En el segundo piso del MACBA, justo en medio de la notable exposición Poesia Brossa, resuena en bucle el fragmento de un vídeo filmado por Portabella en que se recoge la intervención del escritor barcelonés en el I Festival de Poesia Catalana que se celebró en la Sala Gran Price de Barcelona el 25 de abril de 1970. Con voz de cigarrillo y ademán sonriente, Brossa dice a la concurrencia que su intervención será breve (contrariamente al hacer de sus compañeros, como Espriu u Oliver, que aprovechan la ocasión para lucir lo más lacrimógeno y patriótico) y, sin más coñas ni pompa, les dispara su conocido Poema: “Del cos de Mossos d’Esquadra/només n’hi ha autoritzada una secció/que es considera com a força d’ordre/públic i es limita concretament a prestar/servei a la Diputació Provincial”. La concurrencia estalla de alegría y, contento como un enano alzando los brazos, el poeta vuelve a la primera fila de ilustres mitos de la letra tribal entre gritos de Llibertat! Llibertat!
Es imposible no fijarse en la intervención de Brossa y admirarla (aún más) a la luz de la actualidad, con la policía autonómica catalana intervenida como cualquier escasa función de la Generalitat y las calles del país entonando los mismos gritos que hace casi medio siglo (!!!), ahora para suplicar la liberación de sus rehenes políticos. Paseo por el MACBA mientras intento aislarme de la voz del poeta y admirar su poesía escultórica, pero la sombra de Brossa me persigue: ¿qué diría el tipo que se jugó los cojones (y más cosas) en el año setenta pidiendo una policía auténticamente nacional, si viera cómo los representantes de la tribu acatan felizmente la Constitución española? ¿Qué diría el poeta si alzara a la cabeza y viera toda esta apelación constante a la simbología, de declaraciones simbólicas, investiduras simbólicas, presidencias simbólicas, repúblicas simbólicas? ¡Nos falta muy poco, creedme, para llegar a creer que nuestra propia naturaleza corporal también es simbólica!
Yo creía que nuestra revolución, nuestra tarea cultural, sería la de cimentar un nuevo Estado para alejarlo de los vicios españoles, su ley autoritaria y su economía clientelar. Yo había pensado, imbécil de mí, que nuestra tarea sería recuperar cuatro textos de Pla, Ors y Sagarra, para entregarlos a los jóvenes de hoy y hacer que pudieran convertirse en escritores de una literatura libre. Imbécil de mí, lo vuelvo a escribir, porque ahora resulta que nuestra revolución cultural seguirá siendo la de recordar siempre que vivimos voluntariamente ocupados por un Estado de naturaleza hortera y que, por si fuera poco, todavía tenemos que aguantar estoicamente las trolas de nuestros representantes legítimos. Yo había soñado hacer de pensador en un país libre, ya veis si llego a ser burro, pero esta pléyade de realistas tendrá que obligarme a pasar años y años destrozando la vacuidad de su puñetera simbología.
Quizás nuestra revolución cultural tendrá que venir precedida por este pequeño ataque de modestia. Visto cómo ha ido la cosa, tendremos que volver al pasado para reivindicar todo lo que soñaban nuestros padres, todo eso mientras nos quitamos de encima esta naturaleza medio burguesa que nos han regalado los años de bonanza económica. Primero tendremos que enmendar toda nuestra vida y después arremangarnos para reencontrar luchas del pasado. Gracias, señor Brossa, por recordarme cuál es mi revolución cultural. Qué mierda de revolución, dicho sea de paso...