Desde 1975, la población española ha crecido un 36% pero lo ha hecho de manera muy desigual. Durante las últimas décadas se han producido movimientos migratorios de unas regiones a otras, y sobre todo, desde las zonas rurales hacia las grandes ciudades. 

Según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, en España hay 47 millones de habitantes, de los que 9,4 viven en poblaciones de menos de 10.000 habitantes. O sea, que el 80% de la población vive apiñada en grandes ciudades, mientras el 20% en pueblos que se están quedando vacíos. 

En España hay 8.131 municipios. Y el 90% de ellos (7.372) tienen menos de 10.000 habitantes. 

Vivir en una gran ciudad te ofrece mucho. Sobre todo a nivel de ocioformación y comercio. Sin embargo, tiene una serie de inconvenientes que cada vez pesan más: de entrada, todo suele ser más caro; tienes menos espacio “vital”, más contaminación (en el aire, por el ruido, por la luz), más estrés y, aunque no lo parezca, más soledad

El entorno rural está convirtiéndose en una de las opciones principales desde que llegó la sindemia de Covid-19: desde que en el confinamiento muchas personas se fueron a la casa del pueblo, no son pocas las que han decidido quedarse allí.

Otras, que sin tener pueblo al que ir, han tenido tiempo para pensar en el coste que supone vivir en una gran ciudad, están ahora buscando opciones para marcharse al darse cuenta de que no compensa, no merece la pena. 

En zonas como CastillaAsturias o Extremadura la despoblación lleva años suponiendo un verdadero problema. En provincias como Soria su población se ha visto reducida en más de un 23%Madrid, sin embargo, ha sufrido un incremento del 73%. Hay zonas que ya tienen densidades de población muy similares a las de Laponia Noruega. 

En los dos últimos años, el 63% de los municipios han perdido habitantes. Los que tienen menos de 1.000 vecinos han perdido un 9% de censados. 

Es una rueda perversa, porque si la gente se marcha del pueblo, el pueblo termina quedándose sin servicios y esto supondrá que cada vez sean más los que no puedan quedarse. 

La llegada de inmigrantes desde otros países ha salvado la vida de no pocos municipios en los últimos años, llegando incluso a ser mayoría en algunos como Torre del Burgo, Llíber, Rojales, Arboleas, Partaloa, Benahavís… 

Pero sobre todo lo que está suponiendo una reactivación de la vida rural ha sido el coronavirus. Con la posibilidad del teletrabajo se abren ventanales a nuevas maneras de vivir lejos de las masificadas ciudades. 

Desde que tuvimos que confinarnos la tendencia en el mercado está siendo marcada a la hora de buscar viviendas unifamiliares y plurifamiliares con zonas exteriores, espacios más amplios, iluminación natural, aire limpio. A la hora de elegir el lugar, uno de los factores determinantes está siendo el acceso a internet. 

En localidades como Silla, en Valencia, la búsqueda de vivienda para comprar ha subido en un 151% tras el confinamiento; en Manilva (Málaga) un 137% y en Galapagar (Madrid) un 104%.  Las agencias inmobiliarias están incluso empezando a abrir oficinas en localidades “pequeñas” ante la afluencia de clientes, como ha ocurrido en Casteldefells, donde la demanda de viviendas ha subido un 43% tras el confinamiento. Un porcentaje pequeño en comparación con Rubí, que ha subido un 114% o Sant Just Desvern, con un 101%. 

Se espera que, a medida que el teletrabajo se vaya implantando de una forma estable, haya cada vez más gente que apueste por vivir en pueblos. Está sucediendo ya en otros países donde las ciudades están dejándose para la vida empresarial y el ocio. 

Es por todo esto que afloran iniciativas como este interesante proyecto: “Vente a vivir a un pueblo”. A través de esta web se pueden buscar localidades que se adapten a nuestras necesidades. Una red que está creciendo de manera exponencial, puesto que cada ve son más los pueblos que presentan su ficha y ofrecen sus encantos. También hay series de televisión que hacen hincapié en el mensaje. 

Servicios como "CasaCocheCurro"  facilitan información sobre aquellos municipios que ofrecen casa y trabajo a cambio de quedarse allí a vivir. Por ejemplo, En Zucaina (Castellón), ofrecen casa y trabajo, en Cubells (Lleida) se ofrecen viviendas. Una iniciativa que puso en marcha, entre otras, la Asociación contra la Despoblación Rural.  Como decía, no somos los únicos, pues estos días se conocía que un pueblo de Suiza ofrecía 70.000 euros a quien esté dispuesto a irse a vivir allí. Eso sí, tienes que quedarte diez años. 

Aunque parezca increíble, ante semejante problema que se vive en la mayoría del territorio del Estado, ha habido personas condenadas con penas de prisión por intentar repoblar pueblos abandonados. Concretamente, en Castilla La Mancha se condenó a los seis jóvenes que dieron vida a la aldea de Fraguas. Un año y medio de prisión y 2.160 euros de sanción a cada uno.  Además de los costes que conlleve el derribo de lo que habían construido allí. 

Un caso puntual, pero que sirvió para abrir los ojos a mucha gente: la respuesta está en el ámbito rural. Y allí estuvo siempre, aunque lo hayan asfixiado y menospreciado. Aunque las instituciones hayan hecho lo posible y lo imposible por mirar hacia otro lado. 

Ahora que la mayoría nos preocupamos más que antes por la salud,ha crecido el interés por respirar aire más limpio, por tener más espacio y además, por poder disfrutar también de una manera más relajada de nuestros hogares, algo que en las ciudades no ofrece mucho más que pequeñas “cajas de cerillas” sin ventanas al cielo. 

Ahora nos preocupan más los datos que nos dicen que en España se producen 10.000 muertes al año relacionadas directamente con problemas de salud derivados por la contaminación. En el mundo son 7 millones. 

Con el coronavirus la contaminación es clave para agravar sus efectos. La propia OMS ha insistido estos meses en que “la calidad del aire debe ser tenida en cuenta como medida de prevención para las epidemias y debemos apoyar todas las acciones que se realicen para mejorar la calidad de aire especialmente de las ciudades”. De hecho, durante el confinamiento ha habido una reducción récord con una bajada media del 60% en todo el Estado. Nunca se habían registrado niveles de contaminación tan bajos durante décadas. 

Ir a trabajar uno o dos días físicamente permite ahorrar en gasolina, descongestionar también el tráfico, lo que supone perder menos tiempo en el traslado y también más seguridad en lo que a accidentes se refiere. 

En definitiva, vivir en un pueblo mejora notablemente tu calidad de vida: te permite gastar menos, consumir productos de la zona, cambiar hábitos y en general bajar el ritmo de estrés, tener posibilidad de más espacio “vital”, y también formar parte de entornos sociales más reducidos en los que es más fácil combatir la soledad, que es otra de las pandemias contra las que tendremos que luchar. 

Escuchar un gallo al amanecer es una de las mejores maneras de empezar el día. Lo sé por propia experiencia. Cuidar de nuestra tierra, una obligación que es ya generacional, pues el campo está quedándose sin nadie que quiera dedicarse a él. 

Con buenas redes, infraestructuras y servicios básicos garantizados, la vuelta al entorno rural será la apuesta más positiva para una sociedad que se ha perdido entre el humo, los grandes edificios y el estrés. Sería la mejor apuesta que España pueda tener para salir adelante: apostar por lo rural nunca fue tan necesario ni tan evidentemente exitoso. En todos los sentidos.