1. PARTIDISMO. En los tiempos en que todavía existía la URSS, antes de 1991, para referirse a alguien con profunda mentalidad soviética, receptor pasivo de propaganda y sin voluntad política, se decía que era un sovok. Es un término sarcástico, derivado de sovetski, “soviético”, que en ruso también significa “paleta”. Los sovok son, pues, el tipo de individuos que, atrapados en las zarpas del partido, se convierten en propagandistas sin un pensamiento propio. Los partidos actuales, con una militancia captada a partir del clientelismo porque ese militante ocupa un cargo o aspira a ocuparlo, se defienden con todo tipo de improperios cuando alguien les critica. Lo pude constatar yo mismo la semana pasada cuando escribí un tuit a raíz de la victoria de los candidatos afines a Jordi Turull en las elecciones territoriales y para liderar las corrientes ideológicas internas de Junts per Catalunya. Los de Turull se impusieron a los de Borràs en todos los ámbitos. Cuando expresé mi opinión sobre que este hecho era el inicio del fin del pluralismo y de la transversalidad que había impregnado el espíritu fundacional de la candidatura del 21-D de 2017 que ayudé a formar, los insultos en Twitter no se dejaron esperar. Personas que un tiempo atrás me elogiaban, de golpe me insultaban y con el desprecio típico del sectario, además me aleccionaban porque, según parece, no tengo ni idea de lo que ocurre en Junts. Parece que si militas en un partido, lo suyo es abandonarse a la pereza de pensar. Hablo de Junts, pero la lacra se extiende a todos los partidos, incluyendo la CUP, como se ha podido constatar estos últimos días con el retorno de Anna Gabriel, que nos ha tratado a todos de idiotas. En Cataluña es impensable que un grupo de diputados pueda provocar la caída de su líder y echarlo de primer ministro, como ha ocurrido en el Reino Unido. Los políticos de aquí critican y se ríen de Boris Johnson, pero el conservador inglés tiene bastante más interiorizado el espíritu democrático que ellos.

Los partidos actuales, con una militancia captada a partir del clientelismo porque el militante ocupa un cargo o aspira a ocuparlo, se defienden con todo tipo de improperios cuando alguien los critica

2. REDUCIR EL CÍRCULO. Digan lo que digan los tuiteros enfurecidos, Junts lleva tiempo reduciendo su área de influencia. El partido no ha podido retener a quienes apoyaron la candidatura del 21-D, pergeñada a toda máquina, y que logró situarse en segunda posición en unas elecciones muy difíciles y a las que se acudió con las manos atadas por la represión unionista. Sin el entusiasmo y, a pesar de todo, la alegría de los que trabajaron sin cesar para difundir el mensaje, el "invento" no habría funcionado. El PDeCAT se salvó del derrumbe definitivo precisamente porque, demostrando mucha inteligencia, se dejó “subordinar” a los mal denominados “independientes”. No fue fácil y la victoria —aunque parcial— provocó que el partidismo de los antiguos convergentes estropeara la creación de la Crida Nacional per la República, un partido-movimiento ideado para dar cobijo a mucha más gente que el antiguo pujolismo. A muchos de los que estábamos allí nos cuesta olvidar —y todavía más si lo comparamos con la actualidad— la bocanada de pluralismo e ilusión que se vivió en el Pabellón del Nou Congost de Manresa el día (27/10/2018) que se oficializó el nacimiento de la Crida. La misma gente que ahora está barriendo a los borrasistas de Junts es la que "liquidó” de la noche a la mañana la Crida. Se ha repetido la misma dinámica. La alianza de Turull, Rull y Sànchez (que es un hombre que siempre reina después de muerto) se ha impuesto en todas las votaciones internas de Junts en las que rivalizaban con los borrasistas, aunque Borràs niegue la mayor y se declare públicamente turullista. Debe pensarse que somos tontos. Estas elecciones se tuvieron que anular una semana antes por las graves manipulaciones del aparato del partido que habían alterado la pulcritud del proceso. Circulan dos documentos internos demoledores que lo ponen de relieve. Laura Borràs preside Junts, pero no tiene partido —ni quiso tenerlo cuando se le ofreció encabezar uno—, y ahora paga la organización pretoriana de quien está acostumbrado a mandar desde la época en que Oriol Pujol era el secretario general de CDC. En la federación de Barcelona, Joan Rodríguez —avalado por Xavier Trias y por alguien imprevisto— se ha impuesto a Ivan Condes, del distrito de las Corts y próximo a Borràs, por un 69,05 % de los votos. Un resultado que allana el terreno de los defensores de la candidatura del exalcalde en Barcelona a las elecciones municipales del mes de mayo. Una opción que en algunas encuestas que he podido analizar quedaría situada en cuarta posición. Quizás se trata de eso. De poner fin a un ciclo y que este Junts neoconvergente se transforme en un partido minoritario que se habrá devorado a sí mismo. Al fin perderá el poder porque solo está pendiente de los cargos que ocupa en la actualidad en vez de construir futuro.

La duda de Esquerra es que la expulsión de Junts del Gobierno tenga como consecuencia fortalecer al sector borrasista, que es lo único que puede debilitarlos electoralmente porque se presenta como inequívocamente rupturista

3. TO BE OR NOT TO BE. Es un secreto a voces —que Junqueras alimenta con sus declaraciones— que Esquerra se plantea echar del Gobierno a Junts. Por lo que parece están hartos de sus socios y mientras pondrían fin a la coalición invitarían a un par de consejeros de Junts —si bien todos son turullistas, salvo Puigneró, que va por libre con el aval de Puigdemont— a quedarse. Está por ver que lo aceptaran, pero a veces el peor aliado de un político con un ego hinchado es la ambición desmesurada. La cumbre de Junts con Esquerra del miércoles 14 en el Palacio de Pedralbes no fue bien. Los reproches fueron profundos y los de Junts blandieron permanentemente el espantajo de la consulta interna sobre su salida o no del Govern para presionar a Esquerra. No acabo de comprender la preocupación de los republicanos, porque a la vista de los resultados internos, está claro que el sector de Junts que no quiere marcharse del Govern es mayoritario entre los actuales militantes, el aparato y los consejeros. La habilidad dialéctica de algún consejero para opinar una cosa y la contraria no esconde cuál es su opción, que es seguir y no romper la coalición. La amenaza de Junts es por el momento pólvora mojada. La duda de Esquerra es que la expulsión de Junts del Govern tenga como consecuencia fortalecer el sector borrasista, que es el único que puede debilitarlos electoralmente porque se presenta como inequívocamente rupturista. Esquerra tampoco es una balsa de aceite y puede perder apoyos. Si el país dispusiera de un liderazgo fuerte y con arrestos, ya se habrían avanzado las elecciones. Después de la aprobación de los presupuestos del año pasado, por ejemplo, cuando quedó demostrado que la mayoría del 52 % había dejado de existir. Los sovok acabaron con la URSS y los partidos independentistas cada día dan un paso más para hundir el independentismo.