Ahora que la desdichada crisis de identidad del Sabadell nos ha recordado la debilidad o, mejor dicho, la irrelevancia del sistema bancario catalán, estamos por fin hablando del modelo de sistema financiero que el país necesita. Y veo que somos muy poco ambiciosos.
El argumento sentimental para defender un banco es algo peligroso (un banco para cada territorio, sí, ¿pero para hacer qué?). El argumento económico, por desgracia, es demasiado débil (tres o cuatro bancos de referencia tampoco cambia tanto). Y el argumento político es tan obvio que hasta da pereza habla de ello (la decisión bancaria está en Madrid, sí o sí). Tocaría defender el Sabadell, pero no lo haré. Con argumentos a favor y en contra tan claros y tan poco influyentes, prefiero hablar de una utopía bancaria. Se atreve a presentarla Joan Vila en su artículo semanal del pasado domingo en su blog. Joan Vila es la pluma, como industrial, más atrevida y más documentada de nosotros, los industriales. Y la utopía es la de crear un Banco Industrial Catalán.
Repasemos brevemente el sistema bancario actual. La banca comercial se ha convertido en un misterio. Nos relacionamos con las apps y tenemos que pedir hora y hacer cola si queremos ver a algún ser humano que nos atienda para gestionar los peculiares obstáculos administrativos de unos programas que son los que mandan. Y una vez dentro del banco, nos ofrecen móviles gratis, coches a buen precio o seguros innecesarios. La capacidad de decisión de los empleados de la banca comercial se ha desvanecido y deshumanizado. Solo hay que esperar pacientemente que la IA nos haga el trabajo y los robots acaben sustituyendo a los pobres empleados, que tienen que hacer de todo menos de banqueros. De hecho, la IA ya decide ahora, no tengáis ninguna duda, quién puede y por cuánto puede hipotecarse.
La banca empresarial peca más o menos de los mismos vicios. Los expertos de riesgos y los "gerentes de cuentas" tienen un poder casi nulo sobre los algoritmos de decisión y las ofertas precocinadas de límite de riesgo y tipo de interés. Y tienes solo tres grandes bancos que obligatoriamente debes tener como referentes, más unos pocos pequeños que te acompañan para hacer la vida y la relación bancaria un poco más humana. A pesar de ser esclavos del sistema, los profesionales de la banca hacen lo que pueden para facilitarte la vida, pero todo está bajo el control y la supervisión de la central.
Queda la banca de inversión para grandes patrimonios, muy solvente y profesional. Pero para patrimonios millonarios, ya que los pequeños solo pagan comisiones abusivas por tener fondos que les den cacahuetes. ¡Qué lejos queda la lucha por el cliente con la remuneración de las cuentas corrientes! ¡Y las queridas IPF!
El tejido industrial catalán que todavía queda es resiliente. Aporta cerca del 20% del PIB y, si se financia adecuadamente, puede consolidarse y crecer con firmeza
Mientras el Estado se acaba de merendar el Sabadell, Joan Vila plantea que "hace falta un nuevo ecosistema catalán para financiar la nueva revolución industrial de las pymes catalanas". Propone una entidad mixta entre las bancas tradicionales, el Institut Català de Finances y las family offices catalanas, muchas de ellas exitosas en el ámbito industrial. La industria no puede multiplicar el EBITDA por dos en cinco años, como exigen los fondos de inversión empresariales, ni puede acabar convirtiéndose en "unicornios" bursátiles. Pero el tejido industrial catalán que todavía queda es resiliente. Aporta cerca del 20% del PIB y, si se financia adecuadamente, puede consolidarse y crecer con firmeza. La industria vertebra y ha vertebrado el territorio, da trabajo a mucha gente, un trabajo cada vez más especializado. Pero gestiona proyectos con mucho requerimiento de capital y a muy largo plazo. Necesita financiarse a quince años y a tipo de interés fijo que no superen el 4% (o con un diferencial máximo de un punto sobre el EURÍBOR). Y eso no existe. Tiene la característica de una hipoteca, pero los bancos no saben ni quieren encontrar las garantías adecuadas para consolidar el crédito a tantos años. Por eso es necesaria la presencia del Estado, la banca, y el capital privado al mismo tiempo para establecer los mecanismos de seguimiento y control de estas grandes inversiones, y hacerlo de un modo eficiente y ágil.
Mientras hablamos de esta utopía, China está preparando y pactando con EE.UU. la consolidación de su proyecto industrial por todo el mundo. Eso significa que, si no hacemos nada, dentro de quince años no tendremos industria en Europa. Porque la que quede la habrán comprado los chinos. Nos podremos quedar afónicos defendiendo el Sabadell, que todo suma. Pero el futuro industrial de Catalunya pasa, entre muchas otras cosas, por adecuar su financiación a sus necesidades y realidades. Ya sé que lo dicho no deja de ser una utopía compartida con Joan Vila y algunos otros industriales obsesionados en seguir siéndolo. Pero la industria catalana y europea está perdiendo en tiempo de descuento y actuamos como si fuéramos ganando por goleada.