Un autobús de dos pisos, pintado de azul y blanco y de cuatro metros de altura, está recorriendo estos meses el tercio norte de la península Ibérica. Inició su viaje a febrero de este año en Osnabruck, antiguo reino de Prusia y actual provincia de Hannover, en Alemania. Desde la ribera del río Hase ha viajado hasta a la cuenca del Ebro, después de atravesar toda Francia a lo largo de las orillas del Sena y del Loira.

Se trata de un viejo modelo que circulaba por el Berlín Occidental y que ha sido íntegramente reformato por Michel Malcin, un antiguo pastor de Ibbenbüren, que en el 2019, cansado de predicar —quizás en el desierto.—-, decidió cambiar radicalmente de vida. Desde entonces, ha dedicado todos sus esfuerzos a convertir el autobús en un espacio de encuentro y tertulia. La decoración es vintage, más parecida a la Alemania Oriental que a la Occidental, por donde circulaba en la década de los sesenta del siglo pasado.

Michel y su pareja reparten calma, convertidos en camareros, chóferes y compañeros de todo el mundo que se permite el lujo de dejarse llevar por el Doppellecker

El Doppellecker (Doble delicioso) —así lo ha bautizado— es ahora una cafetería móvil. A diferencia de los establecimientos convencionales, él se desplaza y tú te lo vas encontrando. Con una particularidad: su ruta ahora discurre solo por los espacios del Camino de Santiago: de este a oeste. En la parte delantera se puede leer el destino: Santiago de Compostela. Los peregrinos se lo pueden ir encontrando en los espacios más pintorescos y bonitos del trazado y ofrece, esencialmente, café de calidad (de África o Nepal), galletas caseras, chocolate, bebidas refrescantes, leche o fruta que puede ir recogiendo por el camino.

Allí donde va despliega una terracita de mesas y sillas metálicas de apariencia retro y te permite subir al bus-café, que es también su casa durante este periplo. Acceder es como entrar en un túnel del tiempo, tanto por la decoración como por el concepto de establecimiento, insólito. Allí el tiempo se detiene, no hay wifi y no se puede pedir para llevarse: te tienes que sentar y descansar. Es punto de encuentro y tertulia, de reencuentros y donde entablar amistades. Se paga la voluntad (con precio mínimo recomendado, eso sí) y al tomar una consumición se te da un original billete de bus diseñado por él mismo. Lo que recauda le sirve para autofinanciar la aventura y hacer donaciones a varios proyectos benéficos de las poblaciones donde se detiene.

Yo, me lo he encontrado arriba de todo del Alto del Perdón, la cima más alta de la cordillera del mismo nombre, en Navarra. Una loma de casi 800 metros de inmejorables vistas, junto a un memorial para las 92 personas asesinadas allí por el fascismo entre 1936 y 1937 —obra de Peio Iraizoz— y cerca de otro monumento, en este caso de hierro y en homenaje al peregrino —obra del escultor Vicente Galbete. Entre uno y otro, Michel y su pareja (de unos cuarenta años ambos) reparten calma, convertidos en camareros, chóferes y compañeros de todo el mundo que se permite el lujo de dejarse llevar por el Doppellecker. En la parte de atrás del bus ha imprimido su lema: love, peace and coffee (Amor, paz y café). Cuando les preguntas cuál es ahora su misión a la vida, responden: ser feliz. Pues eso. ¿Próxima parada? Solo ellos la saben.