“Con solo que cese un poco la represión merecerá la pena”, soltó la secretaria general adjunta de ERC, Marta Vilalta, en el marco de la negociación entre ERC y el PSOE para la investidura de Pedro Sánchez. Y añadió: “Queremos que cese completamente [la represión], pero tenemos que activar esta vía política”. El sacrificio pragmático de la justicia. La justicia ya no es un ideal para ERC, una reivindicación inalienable, se ha convertido en moneda de cambio. Parece como si la joven dirigente de ERC dijera: nos conformamos con lo que nos ofrezcan. Que puede ser nada. Descarnado. El giro de ERC es total, hasta el punto de sacrificar a su reina, su preso político más importante, que al paso que va hará presidente del gobierno español a uno de sus carceleros. Esta situación me recuerda al llamamiento del dirigente curdo Abdullah Öcalan, encarcelado en Turquía, del invierno del 2013. Entonces parecía que Recep Tayyip Erdogan estaba dispuesto a negociar con los kurdos para acabar con el conflicto. El 9 de octubre pasado, la aviación turca empezó a bombardear ciudades del Kurdistán sirio, que ellos denominan Rojava, para liquidar a los kurdos. En Londres, en la reunión de la OTAN, Erdogan se mostró solidario con Pedro Sánchez sin tapujos. Los represores se reconocen. Las naciones dominantes solo aparentan negociar con las naciones pequeñas cuando tienen necesidad. Enseguida se las quitan de encima y vuelven al estado natural de dominación, a la presión, a la represión.

De momento, se está negociando la investidura de Pedro Sánchez y no la resolución del conflicto con Catalunya

Si la independencia no es posible (Carles Mundó), si ya nos basta con que la represión cese un poquito (Marta Vilalta) y si Gabriel Rufián dice que no es independentista, ¿qué ha estado haciendo ERC durante todos estos años? La negociación de ERC con el PSOE se parece más a una acción de reverencia que no de reivindicación. Los negociadores de ERC reclaman una mesa de negociación de gobierno a gobierno y resulta que Pedro Sánchez todavía se niega a hablar con el president de la Generalitat, el MHP Quim Torra. Si ERC estuviera negociando de verdad una mesa bilateral de diálogo, en vez de esconderse en las dependencias del Port para acordar en secreto no se sabe qué, habría exigido al PSOE que, antes de empezar, Pedro Sánchez descolgara el teléfono. En política las formas también cuentan. De momento, se está negociando la investidura de Pedro Sánchez y no la resolución del conflicto con Catalunya. Es por eso que ERC puede sentarse a tomar café con los que siguen persiguiendo el independentismo, incluyendo uno de los negociadores, el señor de la Moleskine (quien podría pasar de negociador a recluso en un santiamén), porque se negocia el problema de España, la investidura, y no el de Catalunya, la libertad. Es por eso, también, que ERC exige a los de Junts per Catalunya que retiren una moción sobre la autodeterminación en el Parlament a cambio de ayudarles para que pueden tener grupo parlamentario propio en el Senado. Joan Tardà se vanagloria de ello en Twitter —con mucho resentimiento— y convierte la sumisión de JxCat —favorecida por los viejos convergentes— en una ridícula victoria partidista. Renunciar a la autodeterminación para disponer de grupo parlamentario (en el Senado, ¿eh?). No sé quién es más miserable, si quien lo pide o quien acepte el trueque. Todo ello responde a un estilo político apolillado, impropio de quienes habían prometido acabar con el pujolismo, al cual vuelven con entusiasmo los viejos convergentes, los más corruptos, por cierto. Esta es hoy la gran coalición, bendecida por la nobleza catalana de papel.

La supuesta confrontación ideológica entre ERC y el PDeCAT se desdibuja por la coincidencia estratégica entre las direcciones de los dos partidos. Esta coalición informal no tan solo se presta a la comedia de la negociación con Pedro Sánchez, sino que, de paso, quiere acabar con Carles Puigdemont. No sé si el antiguo presidente se da cuenta de ello, porque en los cónclaves en Waterloo deja que el PDeCAT vaya comiéndose a Junts per Catalunya con glotonería enfermiza. La amenaza de escisión de los que, si lo hicieran, acabarían siendo tan insignificantes como el pobre Antoni Fernández Teixidor, solo pretende paralizar a Puigdemont y cortarle las alas. Desactivarlo y aislarlo, agrietando los apoyos que tenía antes, expulsando el centroizquierda. Puigdemont corre el riesgo de que sus silencios se interpreten como una adhesión a la gran coalición. ERC está pactando con el PSOE la investidura de Pedro Sánchez mientras los socialistas utilizan la negociación del presupuesto de la Generalitat entre Aragonés y los comunes para presionar a los republicanos. ¿Qué medida de presión tiene ERC? Ninguna. Parece una comedia. Quizás es que los de la gran coalición han llegado a la conclusión de Roger Montañola, quien, burlándose de una vieja consigna independentista, ha escrito en Twitter: “Si no os sabe mal, y viendo que el pan no llega, yo prefiero ir comiendo las migajas que morirme de hambre”. De UDC tenía que ser. “Dame algo, por favor”. Solo la puntita, no vaya a ser que nos gustase.