Lluvia de millones para la ampliación del aeropuerto de El Prat… en 2030. Nueve años de espera, que pueden convertirse en muchos más si se aplica el ritmo de construcción de la estación de la Sagrera. Podríamos denominarlo Sistema Sagrada Familia. Dentro de cien años, todos calvos. En mi anterior artículo ya les advertí que no se hicieran ilusiones. Que la delegación catalana saldría de la reunión de la comisión bilateral Generalitat-Estado con solo un calendario. Y así fue. Ya tenemos una fecha. Una promesa sobre un proyecto controvertido. A pesar de que el principio de acuerdo sobre el aeropuerto es resultado de una negociación del conseller Jordi Puigneró, al margen de la reunión de la bilateral, alguien quiso hacer coincidir una cosa con la otra para engordar la expectativa que negociar da resultados. Los corifeos habituales lo niegan, pero es lícito sospecharlo. De la política, como del cerdo, hasta los andares. Tanto al PSOE como a Esquerra les interesa vender normalidad y concordia. Todo el mundo al suelo, pues. Ahora ya pueden empezar las vacaciones, a la espera del 13 de septiembre, que es el día previsto para que se reúna la mesa de diálogo político, que supuestamente también será mágica.

La ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, la gavense Raquel Sánchez [acuérdense de su nombre, porque, si no se estropea, tiene futuro], salió después de la reunión del lunes prometiendo que espera que la ampliación del aeropuerto de El Prat pueda ser una realidad en menos de una década. "La previsión es que durante los primeros años se elabore el informe de impacto ambiental y que el aeropuerto pueda ser una realidad a partir de 2030”. Fíjense en el subrayado, que es mío. Y no solo eso. La ampliación del aeródromo barcelonés coincidirá con la inauguración de la conexión de la alta velocidad ferroviaria con los aeropuertos de Reus y Girona entre 2022 y 2033. Entre pasado mañana y la eternidad. ¡Bravo! Lluvia de millones (virtuales, por el momento) y enojo cósmico de los anticapitalistas y de las demás autonomías, que se sienten discriminadas por la “insolidaridad” catalana con la España vacía, donde hay estaciones del AVE infrautilizadas y aeropuertos que se usan como autocines. La prensa madrileña, siempre tan amable, apunta que, como en los tiempos del peix al cove convergente, ha habido un intercambio de dinero por paz política entre gobiernos. Incluso en las valoraciones se reprodujo el esquema de otras épocas. A criterio de la ministra de Política Territorial y Función Pública, Isabel Rodríguez, fue un encuentro “fructífero”, mientras que la consellera de Presidència, Laura Vilagrà, y el vicepresident, Jordi Puigneró, coincidieron al calificar los compromisos “de insuficientes”. Si la cabra que tira al monte, no hay cabrero que la aguante. Y, aun así, debemos celebrar que el conseller Jaume Giró consiguiera que el Estado se comprometiera a enviar, entre los meses de septiembre y noviembre de este año, 200 millones de euros, de los 759 millones de la deuda con Catalunya reconocida por la disposición adicional tercera del año 2008 (y aceptada en 2018). Es dinero que ya es nuestro, pero que nos vemos obligados a reclamar como si fuéramos el cobrador del frac. Que el Estado nos roba no es un eslogan falso, en especial si se tiene en cuenta que Catalunya concentra el 23% del peso de la industria del Estado, a mucha distancia de Madrid (12%), el País Valencià (11%), Andalucía (10%) y el País Vasco (9%). Las contribuciones fiscales no tienen el retorno adecuado.

La ministra Rodríguez no defraudó. Recordó unas cuantas veces a la delegación catalana que aquella era una reunión entre una comunidad autónoma y el Estado todopoderoso, para rebajar las expectativas y humillar a los interlocutores

La reunión de la comisión bilateral se celebró en la sede del ministerio, en el palacio del Marqués de Villamejor, en el paseo de la Castellana, número 3. Es un edificio histórico, proyectado en 1887 por José Purkiss Zubiría y Pascual Herráiz Siloy, y construido entre 1887 y 1890 como vivienda habitual de Ignacio Figueroa y Mendieta, senador vitalicio. Era el padre de Álvaro Figueroa y Torres, más conocido por su título nobiliario de conde de Romanones. Pero Castellana 3 es una sede mítica, donde se han reunido personajes tan singulares como Manuel Azaña y Luis Carrero Blanco… Y Adolfo Suárez, porque esta era la sede del jefe del gobierno español hasta que se trasladó a la Moncloa. Cuando un lugar tiene historia, acostumbra a estar decorado con retratos históricos. Es por eso por lo que en la sala del consejo donde se reunió la comisión bilateral cuelgan los retratos de muchos primeros ministros. En las fotos publicadas por la prensa el día siguiente de la reunión, destacaba uno de esos retratos, el del general Joan Prim i Prats. El reusense más famoso, sin contar con Antoni Gaudí —quien, no obstante, era de Riudoms—, fue diputado en Cortes, gobernador de Puerto Rico, ministro de la Guerra y un efímero primer ministro, hasta que fue asesinado el 27 de diciembre de 1870.

Prim es una síntesis completa de la catalanidad escindida. Seny i rauxa. Se puede recurrir a su figura para defender lo uno y lo contrario. Entre los conversos al moderantismo existen muchos personajes que podrían dar nombre a este síndrome. En 2014, el entonces concejal barcelonés de Esquerra, Jordi Portabella, presentó una moción para reclamar al gobierno municipal de CiU que por “fundamento democrático una ciudad no puede dedicar cuatro calles y un monumento a recordar a la persona que la bombardeó”. Exigía, por lo tanto, que la ponencia del nomenclador procediera a sustituir el nombre del general Prim i Prat en todas sus variantes: Conde de Reus, Marqués de Castillejos, etc., por otros menos lacerantes. El general bombardero pervive, sin embargo, dando nombre a calles y plazas y presidiendo el recorrido de entrada al Parlament de Catalunya. Es inaudito, tanto como si en la calle de entrada al Congreso de los Diputados, en la carrera de San Jerónimo, erigieran una estatua del general Valera, quien bombardeó Madrid en 1936 para apoyar los ataques aéreos de la Legión Cóndor nazi y de la Aviazione Legionaria italiana.

Pero Prim también sirve para exaltar el discurso catalanista del agravio. Es conocido por todo el mundo, desde que Josep Benet lo rescató, el discurso que Prim pronunció en el Congreso de los Diputados el 27 de noviembre de 1851. Mientras se interrogaba a sí mismo sobre si los catalanes somos o no somos españoles, realizó un diagnóstico premonitorio de la relación entre Catalunya y el Estado: “¿Ha podido creer su S.S. que los catalanes tienen la condición de los perros que lamen la mano que les castiga? Si tal ha creído S.S., se equivoca; la condición de los catalanes es la del tigre que despedaza al que le maltrata. […] Sepamos lo que son: dad el lenitivo o la muerte, pero que cese la agonía. El horizonte amenaza grandes tempestades; es muy posible que antes de mucho se abra una lucha de gigantes; dos banderas flotaran por los aires; cada una tendrá sus partidarios, ya para entonces es preciso que los catalanes sepan a cuál de las dos banderas deberán prestar su robusto brazo. […] pero si siendo españoles los queréis esclavos, si queréis continuar la política de Felipe V, de ominosa memoria, sea en buen hora, y sea por completo; amarradles a la mesa el cuchillo como lo hizo aquel Rey; encerradlos en un círculo de bronce; y si esto no basta, sea Cataluña talada y destruida, y sembrada de sal como la ciudad maldita, porque así, y solo así, doblaréis nuestra cerviz; porque así y solamente así venceréis nuestra altivez; así, y solamente así, domaréis nuestra fiereza”. [el fragmento es de la pág. 1769-1770]

La ministra Rodríguez no defraudó. Recordó unas cuantas veces a la delegación catalana que aquella era una reunión entre una comunidad autónoma y el Estado todopoderoso, para rebajar las expectativas y humillar a los interlocutores. Los ministros de Isabel II tenían un comportamiento parecido y, mira por dónde, Joan Prim mandó al exilio a la reina sin contemplaciones en 1868. Le costó la vida, eso sí. A los consellers catalanes de hoy no cabe pedirles un sacrificio tan alto. Solo hace falta que actúen políticamente y que no salgan eufóricos de las reuniones con los trileros de Madrid. La bilateral no fue bien y el Estado sacó a pasear el aeropuerto. Es infantil vender la promesa de ampliación de El Prat como si hubieran pactado la construcción de Central Park. El PSOE solo buscaba eso, imponer un relato. Mientras en Catalunya sigue la competición entre Junts y Esquerra, en Madrid la coalición de las izquierdas avanza en su propósito de rescatar el régimen del 78.