1. ¿Quién lo diría? La que se vendió como una jugada maestra de Esquerra, pactar primero con la CUP que con Junts, finalmente no ha servido para nada. Cuando ha llegado el día de aprobar los presupuestos, que es la ley más importante de cada año, porque de ella dependen todas las políticas sectoriales, los anticapitalistas han hecho lo que hacen siempre, que es desestabilizar la mayoría parlamentaria soberanista de la que, teóricamente, forman parte. Del tira y afloja de estos días sale perjudicada la mayoría parlamentaria del 52 %, que se puede decir que está rota. Pero quien sale seriamente debilitado es el president Pere Aragonès, que por segunda vez ve como su estrategia no prospera porque se equivoca de procedimiento y de aliados. La primera vez fue cuando no permitió que los representantes de Junts se sentaran a la mesa de diálogo con el gobierno de Pedro Sánchez, por imposición del PSOE, con el efecto que el diálogo es hoy una entelequia. La segunda equivocación de Aragonès es ahora. Los acuerdos de Esquerra con la CUP del principio de la legislatura no se han cumplido en ningún sentido. La CUP se comprometió a “facilitar la gobernabilidad” con la aprobación de los presupuestos de la Generalitat, si se cumplían los compromisos suscritos por las dos formaciones. ¿Qué compromisos no se han cumplido? Para empezar, ninguna de las comisiones de seguimiento que pactaron se ha reunido nunca.

2. Hagamos memoria. Cuando la CUP tumbó la tramitación de los presupuestos de 2016, el president Carles Puigdemont decidió presentar una moción de confianza en el Parlament. Puigdemont enfocó aquel acto parlamentario como una manera de advertir a la CUP a la vez que le alargaba la mano. El president Puigdemont reclamaba una “cadena de confianzas” entre todos los grupos que Pere Aragonès, como hemos podido ver, no ha sabido ni siquiera ligar con sus compañeros de gobierno. La estrategia del president Puigdemont, que tenía el apoyo de Junts pel Sí, que es lo más parecido al SNP que jamás haya existido, era clara: “referéndum o referéndum”, como dijo en el debate de la moción de confianza. A cambio, exigió a los cuperos que, superada la moción, aprobaran los presupuestos de 2017. Puigdemont dijo alto y claro que confianza y presupuestos eran las dos caras de una misma moneda. Porque, en caso de ganar una votación y perder la otra, estaba dispuesto a convocar elecciones anticipadas, de forma que todos sus planes de convocar un referéndum a finales de aquel año quedarían en nada. El president Puigdemont cumplió, como se pudo constatar el 1-O, y su figura creció.

La presidencia de Pere Aragonès se tambalea. No es una buena noticia. Catalunya necesita un liderazgo mucho más fuerte que no el que tiene él

3. Pere Aragonès no tiene nada que negociar con la CUP desde una perspectiva de la liberación nacional. Mesa de diálogo y referéndum en la misma legislatura no ligan. Además, los anticapitalistas ya se avinieron a dar dos años de margen a la estrategia de diálogo de Esquerra, que por otro lado está encallada. ¿Qué han sacado los republicanos de escenificar la constitución de una mesa que, además, cojea porque le falta un elemento esencial, los treinta y dos diputados de Junts y los nueve de la CUP? Desgaste y poco más. El PSOE, por el contrario, ha sacado el apoyo de Esquerra a la estabilidad en España. Con Esquerra y su estrategia, Catalunya ha hecho un pan como unas hostias, porque en estos momentos la estabilidad de la legislatura dependerá de la habilidad del conseller Jaume Giró para convencer a los comuns para que ayuden al Govern a superar el trance de hoy. Ya sé que la ejecutiva de Junts aprobó ayer no participar en la negociación, pero si esta decisión no es puro teatro, es una irresponsabilidad. La oferta de Aragonés de constituir una comisión que estudie la posibilidad de convocar un nuevo referéndum en la actual legislatura es poco creíble. Los republicanos están tan atrapados por su autoengaño, que los anticapitalistas han detectado la debilidad de Aragonés y le han apretado las tuercas con propuestas inasumibles. Aragonés es prisionero de los acuerdos firmados precipitadamente con la CUP para investirlo. Pero, también, del establishment que constantemente le reclama que no ceda ante los anticapitalistas si quiere que la prensa amiga siga apoyándole para aislar a Junts y a la estrategia de ruptura que, en el exilio y en el interior, representa el Consell per la República.

4. Es probable que hoy los comuns sustituyan a los anticapitalistas para superar las enmiendas a la totalidad y así poder tramitar los presupuestos. El precio lo sabremos después, cuando se discutan las enmiendas parciales, con el concurso de los republicanos y los independentistas, y los comuns introduzcan sus exigencias en las diversas partidas presupuestarias. En todo caso, el precio a pagar será más barato. Con los comuns siempre lo es, a pesar de los aspavientos iniciales. Ocurre en Barcelona y también ocurre en Madrid, como es más que evidente en todo tipo de votaciones, por ejemplo, en la renovación del Tribunal Constitucional. El examen de la CUP a Pere Aragonès estaba pactado que se realizaría “antes de acabar la primera mitad del 2023” y no al intentar aprobar los presupuestos a finales del 2021. Estaba previsto, por lo tanto, que, al llegar al ecuador de la legislatura y coincidiendo con el fin del plazo dado a la mesa de diálogo con el Estado, Aragonès se sometería a una moción de confianza como la que superó Puigdemont. Al final, a pesar de las audacias de los republicanos, los anticapitalistas han lanzado al fuego el acuerdo y han retirado el apoyo al president, que ve como pierde autoridad. Aragonès se añade a los presidentes que han sido “traicionados” por los aliados desde la época de Pasqual Maragall. Ha actuado al revés que el president Puigdemont, que supo torear a la CUP con mucha habilidad porque tenía una estrategia nacional tan potente que finalmente fue mucho más creíble que mover unos cuantos millones de una partida presupuestaria a otra. Puigdemont no vendió socialmente el país a la extrema izquierda porque tenía para ofrecerle el camino hacia la autodeterminación.

5. La presidencia de Pere Aragonès se tambalea. No es una buena noticia. Catalunya necesita un liderazgo mucho más fuerte que no el que tiene él. Quizás no tiene ningún sobresalto dentro del Govern, porque los consellers y conselleres son muy disciplinados, incluyendo los de Junts, que son leales al gobierno de coalición, pero su liderazgo social es prácticamente nulo. Tampoco sabe cohesionar la mayoría del 1-O, que se va deshilachando y actúa dividida, como se pudo constatar el pasado fin de semana durante la constitución de la asamblea de representantes del Consell per la República. Aragonès ha remado mucho para evitar que la sombra de otro president, Carles Puigdemont, lo oscureciera. Este no sería hoy su principal problema si hubiera sabido esquivar la sombra de Oriol Junqueras y la del grupo de dirigentes que sueñan con la reedición de un tripartito. Una posibilidad que, si la tuviéramos que medir por el rechazo de Esquerra a pactar los presupuestos con el PSC, no parece que sea posible con él como president. Un tripartito será siempre presidido por un socialista. Que los comuns vuelvan a salir al rescate del Govern, cosa que ya hicieron con Torra, el president que los lilas consideraban de derechas y supremacista, no agranda la presidencia. Al contrario, quizás incluso la empequeñece. Esquerra pierde, y Aragonès también. En vez de retirarse, lo suyo habría sido que Junts se hubiera puesto las pilas para aprovechar la oportunidad que le ha ofrecido el azar.