Puigdemont y Comín ya ocupan sus escaños del Parlamento Europeo. Pronto también tomará posesión Clara Ponsatí. Oriol Junqueras no lo consiguió, como le habría correspondido, porque está encerrado en prisión, condenado por un delito inventado, delirante. Al día siguiente de tomar posesión, Comín y Puigdemont ya intervinieron en el pleno del Europarlamento para denunciar la represión del estado español. A pesar de la pataleta —y de las mentiras— de los eurodiputados del PP, Cs y Vox, la voz del independentismo se oyó alta y clara en Estrasburgo. Es esta una victoria simbólica, que resuelve muchas cuestiones, pero que todavía tendrá otras batallas, porque la persecución del independentismo no cesa ni después de que ERC haya propiciado la constitución de un mal llamado “gobierno progresista”. De momento, le moleste mucho o poco que se lo recordemos, los republicanos han conseguido “ensanchar” la base del 155 con la incorporación de Unidas Podemos en un gobierno donde está sentado un ministro condenado por los tribunales de derechos humanos, Fernando Grande-Marlaska, y otro que en Twitter ha demostrado tener muy poca cultura, a pesar de ocupar ahora esta cartera, José Manuel Rodríguez Uribes. El Consejo General del Poder Judicial se ha añadido otra vez a la fiesta, ahora para marcar terreno al vicepresidente Pablo Iglesias.

La presencia de Comín y Puigdemont en Estrasburgo ha demostrado que la decisión de emprender el camino del exilio era la correcta. Salvo en el caso de los Jordis, que no pudieron prever hasta qué punto el Estado estaba tramando una “causa general” contra el independentismo, el resto del Govern, que primero se marchó de Catalunya al completo, salvo el conseller Josep Rull, sí que habría podido prever qué ocurriría. El retorno de los consellers no respondió a las mismas razones. Hubo decisiones personales, digamos íntimas, y hubo quien volvió por un cálculo político equivocado. Junqueras y los otros consellers se equivocaron deshaciendo el camino para volver a Catalunya. Si ahora todo el Govern estuviera en el exilio, estaríamos hablando de otra cosa. No es un reproche, porque bastante pena tienen de estar encerrados injustamente, pero conviene evaluar qué ha pasado y quién se ha equivocado más para tomar nota de ello. En este sentido, la doctrina de Esquerra Republicana fue totalmente equivocada. A la vista está: Junqueras ha sido condenado a 13 años de prisión mientras Puigdemont, Comín y Ponsatí se preparan desde el corazón de Europa y el Consell per la República (que cuenta con 85.000 socios) para afrontar una segunda fase de la lucha contra el Estado represor. En tres días ya se ha visto cuál será la dinámica. No menciono ni a Marta Rovira, ni a Anna Gabriel, ni tampoco a Meritxell Serret porque me parece evidente que también han tomado la decisión personal, que no critico, de abandonar la política, tal como lo hicieron en su día Carles Mundó y Meritxell Borràs.

Dejarse ofender o atacar sin rebelarse quizás sea una actitud muy cristiana, pero políticamente no lleva a ninguna parte

Alentar al enemigo no es la mejor táctica. Y digo enemigo porque los adversarios son los que se oponen entre ellos de manera pacífica, respetándose. El enemigo se opone a alguien con ganas de castigarlo, de hacerle daño. Para entendernos, Gabriel Rufián es para mí un adversario, aunque se emperre en ensanchar un indefinido “espacio botifler”, como le indicó con gracia Xavier Sala-i-Martin. Grande-Marlaska es mi enemigo, porque es el ministro que manda a Catalunya la policía que se dedica a zurrar a los manifestantes y que, además, se inventa pruebas condenatorias como en los peores tiempos de la dictadura franquista. Quien siembra vientos, cosecha tempestades. Una actitud represiva intolerable, que se debe combatir de cara, sin concesiones. Se equivocan los que piensan que poner la otra mejilla es algo bueno. Dejarse ofender o atacar sin rebelarse quizás sea una actitud muy cristiana, pero políticamente no lleva a ninguna parte. Bueno, sí, en España te manda directamente a la cárcel. La voz del exilio resonó en el Parlamento Europeo. De la cárcel solo sale el lamento, la queja por la injusticia. La “libertad es poder” aseguraba John Adams, el tercer presidente de los EE.UU. Simple pero real.

De momento, pues, a pesar de que los jueces Llarena y Marchena no paran y de que el nuevo ministro de Justicia, el compañero de Meritxell Batet, la presidenta del Congreso de los Diputados, no consiga frenar al deslenguado CGPJ, la estrategia del exilio es la única que mantiene vivo el conflicto y tiene al Estado contra las cuerdas. Si a todo esto añadiéramos que el Govern de la Generalitat consiguiera tener la relevancia política que no tiene y que los departamentos administraran con mejor solvencia las migajas autonómicas, el independentismo podría demostrar con todo tipo de argumentos por qué la única salida a la crisis de las infraestructuras, al déficit fiscal y a la represión es cortar con un Estado que, gobierne quien gobierne, nos quiere sometidos a los dictados de unos políticos de base autoritaria. El discurso catalanófobo de los políticos y los medios de comunicación españoles ha alentado a la extrema derecha franquista, que está protegida incluso por el TC. Ahora somos nosotros quienes pagamos las consecuencias. Más pronto que tarde serán ellos los damnificados. Tienen al enemigo en casa y no es, precisamente, el independentismo. La libertad es poder.