El antifranquismo triunfó de forma aplastante en las elecciones del 15 de junio de 1977. No fue una victoria menor teniendo en cuenta la participación, que fue del 79,3 %, superior incluso a la que hubo en las últimas de febrero de 1936. Socialistas, comunistas, nacionalistas, republicanos y cristianodemócratas consiguieron 37 diputados de los 47 en disputa en Catalunya. Así pues, reorganizados bajo la negra noche del franquismo, los partidos demócratas —catalanistas y de centroizquierda— se impusieron.

Pero si la victoria en el Congreso fue impresionante, en el Senado el antifranquismo arrasó. La Entesa dels Catalans consiguió unos resultados espectaculares, que jamás han sido superados, y ganó 12 de los 16 senadores que se votaban. Era una candidatura pactada entre el PSC-PSOE, el PSUC, Esquerra de Catalunya (una coalición entre el comunista Partido del Trabajo, la ERC de Heribert Barrera y Estat Català de Josep Planchart, todos ellos todavía ilegales, que recibió el apoyo de la Asociación Catalana de la Mujer y de la Confederación de Sindicatos Unitarios de Trabajadores) y buena parte de los independientes de la Asamblea de Catalunya. A esos 12 senadores se les añadió otro, el activista Lluís M. Xirinacs, que entonces todavía protestaba ante la prisión Modelo para reclamar la amnistía, y que se presentó a esas elecciones con una candidatura unipersonal.

La Entesa dels Catalans defendió contra viento y marea que si el catalanismo quería encarar la transición democrática con una mínima posibilidad de conseguir hacer realidad el autogobierno, eso sólo se conseguiría con el concurso de todo el mundo

En cambio, el entorno pujolista, que en el Congreso se había presentado como Pacte Democràtic per Catalunya con el Partit Socialista de Catalunya-Reagrupament, Esquerra Democràtica de Catalunya (EDC), el Front Nacional de Catalunya (FNC) e independientes, en el Senado se presentó bajo el nombre Democràcia i Catalunya, con el apoyo del partido suarista, la UCD. A pesar de tener el mismo componente antifranquista que caracterizaba a la Entesa, CDC no tuvo suficiente cintura y perdió la apuesta. Además, el candidato más votado fue Josep Benet, que también lo fue en todo el Estado. El abogado y político, que en 1980 intentaría llegar a la presidencia de la Generalitat con el apoyo de los comunistas sin éxito, reunió 1.328.607 votos, casi el doble el doble de los votos obtenidos por el PSC-PSOE, el primer partido de Catalunya. Los dos senadores pujolistas, Francesc Ferrer y Gironès (Girona) y Maria Rubiés (Lleida), y Xirinacs finalmente se integraron en el Grupo Parlamentario de la Entesa.

La iniciativa para organizar una candidatura unitaria se gestó en los ambientes de la Asamblea de Catalunya, precisamente la instancia unitaria antifranquista que habían fundado clandestinamente el 1971 partidos, representantes de asociaciones de vecinos, colegios profesionales y miembros de la sociedad civil en general para oponerse al franquismo. El Onze de Setembre de 1977 convocó la manifestación del millón de personas (por lo menos eso es lo que se dijo entonces) y la gente desfiló detrás de unos eslóganes demócratas que hoy, en algunos aspectos, se podrían recuperar, en especial la exigencia de libertad y amnistía. La Asamblea de Catalunya fue un movimiento muy potente que consiguió superar las disputas entre los partidos derivadas del sectarismo propio de los años de la Guerra Civil. La Entesa quería ser la traducción política de esa unidad civil, como en el pasado lo fueron Solidaritat Catalana (1906) o el Front d’Esquerres (1936). Talmente como si se tratara de reproducir el espíritu de unidad antifranquista que caracterizaba a la Asamblea de Catalunya, la Entesa dels Catalans defendió contra viento y marea que si el catalanismo quería encarar la transición democrática con una mínima posibilidad de conseguir hacer realidad el autogobierno, eso sólo se conseguiría con el concurso de todo el mundo, juntos.

En Catalunya, la enfermedad que parece incurable es el sectarismo

La unidad duró poco. En septiembre de 1978 abandonaron el grupo de la Entesa Rossend Audet (que militaba en ERC) y Lluís Maria Xirinacs por el enfrentamiento con Josep Benet, que se negó a firmar las enmiendas al proyecto constitucional presentadas por esos dos senadores, pero es que en las elecciones generales siguientes, la Entesa se disolvió completamente. Los intentos de mantener la alianza se frustraron y, mientras el PSUC y el Partido del Trabajo (antiguo aliado de ERC) impulsaban una candidatura Per l’Entesa que sólo obtuvo un escaño (Benet), el PSC y ERC crearon una Nova Entesa que resultó vencedora con 10 senadores electos. CiU, que ya había nacido, sólo obtuvo un solitario senador por Girona, mientras que UCD capturó cuatro (tres por Lleida y uno por Tarragona). El virus de la desunión ya había penetrado con fuerza entre los partidos catalanes. La magia de la excepcionalidad catalana fue muriendo paulatinamente, con las consecuencias que ahora conocemos.

¿Verdad que es fácil hacer analogías? Ningún momento histórico se asemeja a otro. Cuando yo estudiaba la carrera, precisamente en aquellos años de transición, la historiografía dominante consideraba que la historia tenía que servir para conocer el presente. Les acabo de explicar un episodio histórico que ha marcado a fuego el presente. Un historiador no es un futurólogo ni un adivino, pero si es realmente un buen profesional, sabe ver cuáles son las constantes que condicionan la política de un país. En Catalunya, la enfermedad que parece incurable es el sectarismo. Es por eso que la reacción de los partidos a la propuesta del president Carles Puigdemont para constituir una “Entesa Catalana” (Acuerdo Catalán), escrito con mayúsculas, que le sirva al soberanismo para reagrupar fuerzas ha sido recibida con menosprecio. ¿Partido o país? La historia nos enseña que cuando los políticos escogen el partido, el país pierde.