1. Hemos inaugurado la era del autonomismo mágico. Lo demuestra la forma de abordar el debate sobre la ampliación del aeropuerto del Prat. Por no aceptar la realidad, los neoautonomistas empiezan la casa por el tejado. La Generalitat tiene unas competencias aeroportuarias tan exiguas, tan poco determinantes, que ni siquiera se entera de que la multinacional AENA ha decidido rotular la T1 del aeropuerto con el nombre oficial que también decidieron unilateralmente y que ningún extranjero podrá retener jamás. Antes de ponerse a discutir sobre el modelo económico que necesita este país, quizás deberíamos empezar por reivindicar la posibilidad de decidirlo. Está más que probado que el Estado español no piensa soltar ninguna competencia que considere estratégica. Lo tendríamos que haber aprendido en 2005, con la polémica generada por la OPA frustrada lanzada por Gas Natural sobre Endesa. Pero ni así lo entendió la parte más afectada, que fue la Caixa. En 2017 decidió trasladar la sede para guarecerse bajo un Estado maltratador. A los catalanes nos gusta creer que tenemos el derecho a decidir lo que queramos, y después resulta que no es así. Y cuando nos damos cuenta, entonces optamos para entretenernos en reivindicar una economía sostenible, así en genérico, sin comprometerse con el soberanismo, que es la única alternativa real que nos permitiría tener en nuestras manos el poder de decidir. Poner en Twitter el avatar con un “No” a la ampliación del Prat forma parte de aquellas campañas simbólicas que nos gustan tanto y que promueven los más contrarios al derecho a la autodeterminación. “Levantinos, os pierde la estética”, proclamaba Unamuno y no le faltaba razón.

2. La ministra de Sanidad, Carolina Darias, mintió al negar que el Ejecutivo español se haya planteado transferir la formación sanitaria especializada a la Generalitat. “No está en la agenda ningún traspaso sobre esta materia”, dijo la ministra en una rueda de prensa tres días después de que se celebrara la reunión de la comisión bilateral Estado-Generalitat. A continuación, la consejera Laura Vilagrà corrigió a la ministra con un tuit —¡qué tiempos aquellos de los comunicados oficiales!— donde decía que “sí que está en la agenda” y se había hablado de ello en la reunión de la bilateral. De hecho, la misma Generalitat ha filtrado a un medio afín los documentos que lo confirman y que prueban que en la reunión se aprobó que pronto se organizará un grupo de trabajo para debatir sobre esta cuestión. Si no tomas decisiones, monta un comité de análisis. ¿Por qué mintió la ministra? Mi primera hipótesis es que la ministra no engaña, teniendo en cuenta el talante del gobierno de Pedro Sánchez. Lo que quiero decir es que, aunque el Gobierno haya aceptado debatir la cuestión en un foro específico, no tiene ninguna intención de ceder esta ni cualquier otra competencia que los jacobinos de izquierda consideren que debilita al Estado. Otra ministra, Margarita Robles, ya indicó el camino cuando descartó la posibilidad de que Catalunya tuviera un Consejo General del Poder Judicial propio. La reacción de la coalición gobernante en España a la reivindicación soberanista catalana no ha sido desplegar el federalismo, sino fortificar el centralismo. Está probado históricamente que la izquierda española es más centralista que los conservadores, aunque los conservadores sean más nacionalistas.

3. La consellera de Investigació i Universitats, Gemma Geis, más vale que esté en guardia. El Estado también prometió en la comisión bilateral el traspaso de las becas universitarias, promesa incumplida más de una vez por otros gobiernos. Veremos como acaba el sainete, porque ni ella misma se acaba de creer el cuento. De hecho, enseguida advirtió que en lo acordado en la bilateral “no hay contenido y falta concreción”, además de no contar con el presupuesto necesario. Pero por encima de eso, la consellera tendría que saber que los grandes aliados del Gobierno son los sindicatos de profesores universitarios, que recelan del traspaso, en cuanto que son un cuerpo de funcionarios español. A la consellera Geis le ocurre —aunque se note menos— como al conseller Argimon respecto de la posibilidad que se traspase a Cataluña la prueba de acceso a los MIR. Algunas organizaciones de médicos han puesto el grito en el cielo ante esta posibilidad porque dicen que se cargaría la igualdad y la meritocracia garantizadas por una prueba única para todo el Estado. El enemigo interior es más potente que los trapicheos y las mentiras del Estado. Refuerza el centralismo. Si se quiere avanzar hacia la independencia, la acción de gobierno tendría que atacar estos discursos con la complicidad de los sindicatos. No será fácil, porque la mayoría están en manos de unionistas. Cuando se reclama ampliar la base, lo primero que debería plantearse es esto. Deshacer la resistencia interna.

4. La idea de progreso es controvertida de toda la vida. En los comienzos de la industrialización, el luddismo se puso a destruir telares y a quemar fábricas porque los identificaban como la causa de los males de los obreros (paro, degradación del trabajo, bajos salarios, etc.). Cargaba contra los instrumentos, en lugar de atribuir las consecuencias negativas de la industrialización a la organización y la orientación social del sistema de producción industrial. Lo que sería un anacronismo es que hoy, ante la globalización, un gobierno progresista (palabra que deriva de progreso) se convirtiera en neoluddista. No voy a negar el calentamiento global, como si yo fuera uno de esos antivacunas insolidarios, pero me parece un despropósito cómo se debate sobre la ampliación del Prat. En algún caso, cuando oigo que se debe acabar con el turismo de masas, me sale el Lenin que llevo en mis adentros y me revuelvo contra los supuestos defensores del medioambiente para acusarles de clasistas. ¿Es que se trata de volver al tiempo en que solo viajaban los ricos? ¿Es que esa gente añora la época de La muerte en Venecia y de las casetas de baño aristocráticas y burguesas? Estaría bien que pensáramos —e investigáramos— en energías alternativas que nos permitan volar con menos emisiones de gases. La idea de que la culpa de todos los males es de las clases populares, que viajan a bajo coste por todo el planeta, es reaccionaria. Se trata de planificar un mundo más igualitario y no más estratificado. La izquierda caviar es por naturaleza clasista, como lo eran los burócratas de los antiguos Estados comunistas. Como lo era Visconti.

5. El balance de la década soberanista es que hemos dado un paso adelante y dos pasos atrás. Lo que constatamos es que, poco a poco, las tesis de Esquerra van afianzándose en la acción del Govern. La independencia ha dejado de ser una prioridad, como años atrás la defensa del catalán dejó de serlo para su jefe de filas en Madrid. Pero se da la paradoja de que son los consejeros de Junts los que pactan mejor. No les critico, la verdad, porque una vez aceptada la opción —que servidor no compartía— de formar un gobierno de coalición con quien tiene una estrategia tan alejada de la tuya, más vale ser eficiente y hacerlo bien. Que los consejeros del partido de la "confrontación inteligente" hayan arrancado más promesas de las negociaciones bilaterales que los consejeros de Esquerra, dice mucho de cómo está el patio. Si se trata de hacer autonomismo, entonces pongámonos ideológicos y que el Govern apruebe los presupuestos con el partido con más coincidencias, que no son precisamente ni la CUP ni En Comú Podem. Puesto que la independencia tampoco se divisa en el horizonte inmediato de los anticapitalistas, acabemos con esta farsa y que cada cual defienda el modelo social y económico que crea conveniente.