1. El ministro de la Presidencia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, declaró recientemente que “el proceso soberanista está terminándose”. No hay duda de que el nuevo PSOE, después de haber liquidado el equipo que llevó a Pedro Sánchez al gobierno, quiere aprovechar la debilidad de los republicanos y los independentistas para acabar con el estorbo que ha sido el procés. Bolaños, a punto de cumplir cuarenta y seis años, nos propone a la gente mayor una cura de rejuvenecimiento, porque adopta la misma actitud que tuvieron Mariano Rajoy y el PP ante las primeras manifestaciones multitudinarias en Catalunya. Entonces no dieron importancia a las movilizaciones ciudadanas (de ahí el castigo a los dos Jordis cuando se dieron cuenta) y lo que comportaba la transformación del sistema catalán de partidos. La disolución de CiU y la minimización del PSC reflejaba un cambio social de gran envergadura. El independentismo se mantendrá en un 45 %, a pesar de las frustraciones. El PSOE confunde los efectos narcóticos de la represión con un retorno al pasado. Aplican el lema electoral del PSC “Pasar página” con la misma pasión que los que prometen volver a hacer no se sabe qué mientras que a la práctica no saben a dónde van, además de administrar las migajas autonómicas. Si no se puede resolver el conflicto por la vía democrática, lo que vendrá, en cuanto hayan desaparecido los dirigentes que fracasaron el 1-O y el PSOE se deshinche, será más difícil de llevar y de derrotar.

2. La política de represión sigue, se calcula que 2.800 personas siguen encausadas por una cosa u otra. El sistema democrático español amenaza ruina por tanta arbitrariedad. La “brigada Aranzadi”, que pilotaba la vicepresidenta del PP Soraya Sáenz de Santamaría, y la policía política de Jorge Fernández Díaz no han desaparecido por arte de magia. Que el PSOE sea ahora el partido gobernante y que Pedro Sánchez haya retocado el gobierno para afianzar su autoridad, ha tenido como resultado el ninguneo de los republicanos, aunque sean sus aliados. El TCu, que, como ha quedado demostrado, es un tribunal político al servicio del españolismo más rancio, sigue su cruzada contra el independentismo. El PSOE no aporta ninguna solución, sino que ha tenido que ser el Govern de Catalunya el que haya encontrado una fórmula para proteger a los políticos y a los servidores públicos que el TCu ha condenado incluso antes de celebrarse un juicio. Un estado de derecho no puede permitirse un abuso de poder como este. Mientras tanto, Esquerra y Junts se han enzarzado en una nueva polémica sobre los avales del ICF. Dos hechos son incontestables, lo demás son fake-news. Primero. La Generalitat no ha encontrado un banco que haya querido avalar el fondo de garantía del ICF. Segundo. La mitad más uno de los consejeros del ente financiero, que fueron nombrados en la etapa que estaba bajo la dirección de Esquerra, se han acojonado. Con su dimisión, sin embargo, esots consejeros han demostrado ser más honrados que los letrados del Parlament que, en septiembre de 2017, se protegían denunciando a los políticos y poniéndoles todo tipos de trampas.

Se reunirá antes la comisión bilateral que la mesa de diálogo pactada para investir a Pedro Sánchez. El PSOE gana el relato, que en política es muy importante, y refuerza la idea del ministro Bolaños que el proceso “agoniza”

3. ERC ya ha encajado el primer gol. Se reunirá antes la comisión bilateral que la mesa de diálogo pactada para investir a Pedro Sánchez. El PSOE gana el relato, que en política es muy importante, y refuerza la idea del ministro Bolaños que el proceso “agoniza”. Con la fórmula actual, es evidente que sí. La desafección del electorado independentista es con los partidos y los políticos del 1-O, que crearon unas expectativas que fueron incapaces de cumplir. Desde que han salido de la cárcel, los líderes del 1-O han enmudecido —¿dónde se ha escondido Jordi Sànchez, antes tan activo y controlador?— o bien se dedican a hacer actos de reconocimiento —Oriol Junqueras— y a dar vueltas por toda Catalunya —Jordi Turull—. El desierto político que han provocado estos políticos es inmenso. Son como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer. Los políticos actuales “administran”, de momento no sabemos si bien o mal, la Generalitat y entretanto se va construyendo una inesperada esquerrovengencia (Esquerra y los restos de Convergencia), esperando que se incorporen a la fiesta los socialistas y los comunes, con la CUP de comparsa. Junts, un partido desorientado y sin líderes claros, cada día se parece menos a la coalición que ganó las elecciones en diciembre del 2017, después de la aplicación del 155.

4. La nueva consejera de Presidència, Laura Vilagrà, que afirma que vuelve a ocupar el despacho del Palau de la Generalitat que da a la plaza Sant Jaume para oír de cerca “la voz de la calle”, demuestra de qué pasta están hechos los jóvenes responsables políticos de Esquerra. Ella es una de las nuevas guardianas de la ortodoxia autonomista. Retoma la divisa de sus abuelos, “de no os metáis en política”, que adoptaron después de la derrota de 1939. La posguerra estuvo condicionada por el miedo que se apoderó de todo el mundo. Tardaron cuarenta años en recuperarse y así poder resucitar después como si no hubiera ocurrido nada. Son los “muertos risueños” de la última novela de Ferran Sáez. Dice la consellera que “llegará un día que la autodeterminación caerá por su propio peso”, como sus antepasados aseguraban que “Franco sería derrotado mañana” y los comunistas apelaban a la Huelga General Política que provocaría la caída del dictador, pero que no convocaron jamás. La consellera, que tiene cuarenta y cinco años, también tiene ganas de sacarse diez años de encima, como Bolaños. Su cura de rejuvenecimiento consiste en decir las mismas cosas que se decían cuando empezó el proceso, por allí el año 2010, sin tener ni idea de cómo avanzar ahora mismo. Y mientras tanto, la ANC nos presenta el modelo de camiseta de este año para el 11/09. Repetir las mismas pautas solo puede llevar a la recaída del enfermo y que el régimen del 78 se perpetúe ante el ensimismamiento del presente.