Ha sido necesario que transcurrieran 160 años y 65 presidentes para que una de las entidades culturales con más prestigio de Barcelona, el Ateneu Barcelonès, esté presidida por una mujer desde el 1 de febrero, que es cuando se acabó el plazo para presentar candidaturas y solo se presentó una encabezada por Isona Passola, la veterana directora de cine y activista cultural, que de alguna forma sigue la estela de su padre, Ermengol Passola i Badia (1925-2009), que fue un benemérito empresario y promotor cultural, además de independentista hasta el tuétano. La última vez que quedé con él fue, precisamente, en el magnífico jardín romántico del Ateneu que ahora presidirá su hija. En la época que el padre Passola ponía en marcha proyectos como el Concurso Parroquial de Poesía de Cantonigròs con Joan Triadú, Edigsa y Concèntric —las dos discográficas que promovieron la Nova Cançó—, o la Cova del Drac, la mítica jazz-cava de la calle Tuset, las mujeres eran doblemente invisibles. Con una lentitud exasperante, las mujeres van ocupando el espacio público que les corresponde. Al Ateneu también le ha llegado su hora.

Los méritos de Isona no vienen dados por ser hija de quien es. En todo caso, como ha ocurrido con otras sagas familiares catalanas (los Rubió, los Coromines, los Riquer o los Casassas, por ejemplo), ella es otra puntada más de ese hilo patriótico que de momento es inagotable. En 1980, fundó VIRAC, una empresa con la que produjo hasta 1987 programas publicitarios, industriales y documentales. Y en 1992, el año olímpico, creó Massa d’Or, una productora de cine, todavía activa, que ha producido películas y documentales de grandes directores catalanes, entre ellas Pa negre (2010), de Agustí Villaronga, o Cataluña España (2009), el documental dirigido por Passola y en el que tuve el honor de participar. Isona también contribuyó a crear o consolidar eso que ahora llaman herramientas de país, desde la Acadèmia del Cinema Català —que presidía desde el 2013, cuando sustituyó a Joel Joan, hasta el día de hoy— a los Premis Gaudí, que fueron una iniciativa del Col·legi de Directors de Cinema de Catalunya. Imparte clases en la Facultad de Comunicación Blanquerna de la universidad privada Ramon Llull y ha sido miembro del plenario del CoNCA del 2012 al 2019. Es difícil explicar el mundo del audiovisual catalán sin mencionar a esta mujer nerviosa, mandona y alegre. Esquivarla seria más bien un fraude.

Lo importante es que una mujer de cultura, comprometida con el país y la catalanidad, a partir de ahora presidirá una entidad centenaria, que forma parte de las herramientas que necesita un país para seguir vertebrándose

Me habría gustado poder votar esta candidatura y que hubiera ganado de forma competitiva, pero entiendo que las circunstancias son excepcionales y que, al final, se ha pergeñado una candidatura unitaria que integra sensibilidades muy distintas, con gente de varias generaciones y con un equilibrio de género que jamás tuvo otra junta o candidatura. Si lo observamos desde la perspectiva nacional, el Ateneu no cambia de manos, porque desde hace años que está presidido por personas ligadas al catalanismo y al independentismo, en especial últimamente, cuando la entidad ha sido presidida por el profesor y compañero mío en la UB Jordi Casassas. La base del independentismo se amplía de este modo y no buscando el acuerdo —que es imposible— con los partidos unionistas, aunque sean de la versión teóricamente más federal. La osadía de Àngel Guimerà aquel 30 de noviembre de 1895 cuando pronunció en catalán el discurso inaugural, rompiendo la castellanización imperante, es el ejemplo que han seguido muchos presidentes actuales de la institución ateneísta. Durante la primera década soberanista, se confundió la sociedad civil con la ANC y Òmnium, que representan únicamente a la sociedad militante y movilizada. La sociedad civil es mucho más, puesto que se estructura mediante todo tipo de organizaciones, que van desde los sindicatos hasta los colegios profesionales, pasando por los clubes deportivos, las cámaras de comercio y, claro está, los ateneos, cuna de la sociabilidad cultural y el catalanismo popular contemporáneos. El padre Passola, que es el ejemplo más claro de prohombre de la sociedad civil bajo el franquismo, fue miembro de la primera junta directiva de la ADI-FAD (Asociación de Diseño Industrial del Fomento de las Artes Decorativas) en 1960, que al año siguiente se integró en el International Council of Societies of Industrial Design (ICSID); su hija preside la Asociación de Productores Independientes del Mediterráneo, con sede en Barcelona, desde 2007. La catalanidad y el cosmopolitismo son dos características inseparables del proceso de modernización catalán.

El añorado Josep Termes (1936-2011), que fue un furibundo ateneísta y tenía el jardín del Ateneu como despacho permanente, un día de principios de los años noventa del siglo pasado me preguntó retóricamente: “¿Sabes por qué la URSS se ha hundido en el caos después de la caída del comunismo y, en cambio, en Catalunya la extinción de franquismo no fue seguida de un desbarajuste descomunal?”. La respuesta no se hizo esperar: “En Catalunya, la dictadura no pudo acabar con la sociedad civil. Al contrario, la sociedad civil se convirtió en la punta de lanza del antifranquismo. En la URSS, el comunismo jacobino arrasó la sociedad y una vez eliminada la dictadura, la mafia, surgida del partido, del ejército o de los servicios secretos, se ha apoderado del poder”. No hace falta decir que el Ateneu cayó en manos golpistas después de la ocupación franquista de 1939 y que los falangistas se apoderaron de la junta, hasta el punto de hacer barbaridades con su hedonismo grosero, pero poco a poco la resistencia fue ablandando a la pandilla de energúmenos catalanes que habían vuelto a Catalunya y que ocuparon las instituciones culturales, la universidad o que trajeron desde Burgos revistas como Destino. La obsesión de Jordi Amat por reescribir la historia —todo hijo de vecino tiene un pasado que quiere honrar— le hace decir majaderías de gran calibre, como por ejemplo que “la revista Destino hizo más por el catalanismo que Serra d’Or”. Entonces es cuando conviene que los historiadores hablen para desvanecer las fantasías de los filólogos. El consejo de redacción de Serra d’Or era como una especie de Assemblea de Catalunya cultural, con la participación de intelectuales comunistas, socialistas, nacionalistas, independentistas y democristianos, que recibía los ataques del españolismo de raíz franquista y de la extrema izquierda catalana, mayoritariamente españolista, porque muchos de sus dirigentes eran hijos de buenas familias, castellanizados por su adhesión a Franco. Hablo, pues, del valor político de la revista montserratina y no de los cánones estéticos y literarios que la corriente dominante entonces, el marxismo historicista, quiso imponer como una sierra de plomo, dicho en palabras de Mercè Rodoreda y Joan Sales. El sectarismo de Destino era inverso, pero igualmente excluyente.

Isona Passola es miembro de una familia que, precisamente, hizo el trayecto en sentido contrario al de otras muchas familias acomodadas. Ella de jovencita militó en el PSAN, el primer partido independentista declaradamente marxista. Marxistas hoy quedan pocos, porque solo lo son los recalcitrantes de En Comú-Podem, pero lo importante es que una mujer de cultura, comprometida con el país y la catalanidad, a partir de ahora presidirá una entidad centenaria, que forma parte de las herramientas que necesita un país para seguir vertebrándose. Cuando el españolismo se inquieta porque detecta que los independentistas tienen un plan para llegar a la cúpula de las grandes organizaciones de la sociedad civil catalana, está en lo cierto. ¿Por qué desmentirlo? La resistencia al centralismo, a la represión y al expolio no se puede sostenerse solo desde la política estricta o desde el exilio y el Consell per la República. Como en otras épocas, la sociedad civil debe tener un protagonismo activo en esa lucha. Ojalá, además, que cada día haya más presidentas. El próximo 14-F Catalunya puede romper otro techo de cristal: después de más de seiscientos años de historia y de 131 presidents, la Generalitat de Catalunya podría llegar a ser presidida por una mujer: Laura Borràs. Ella sería, además, una buena cómplice para la gente de la cultura.