El Nissan LEAF atraviesa uno de los momentos más delicados desde su aparición. Nacido como pionero de la movilidad eléctrica global, el modelo japonés se encontraba en pleno proceso de renovación con el objetivo de recuperar protagonismo frente a una competencia cada vez más agresiva. Sin embargo, una crisis en la cadena de suministro ha puesto en riesgo su futuro inmediato, afectando directamente a su producción y amenazando su papel como vehículo estratégico dentro del catálogo de la marca.

La nueva generación del LEAF suponía un cambio radical respecto a sus predecesores. El compacto eléctrico se transforma en un SUV de estilo coupé, con un diseño más dinámico, mejoras en eficiencia y una plataforma optimizada para albergar baterías de mayor capacidad. Este rediseño no solo responde a criterios estéticos o técnicos, sino que obedece a la necesidad de Nissan de adaptar su oferta a los gustos actuales del mercado, especialmente en regiones clave como Estados Unidos y Europa. El objetivo era claro: convertir al LEAF 2026 en el coche eléctrico más accesible de su categoría, sin renunciar a la tecnología ni a la autonomía.

 

Sin embargo, los planes se han visto seriamente comprometidos por una interrupción en el suministro de baterías. El proveedor responsable de fabricar los módulos de alto voltaje enfrenta limitaciones que han obligado a Nissan a reducir drásticamente el volumen de unidades previsto para su planta de Tochigi, donde se ensamblan los modelos destinados a mercados globales. Esta situación no solo ha provocado un freno en la producción, sino que podría retrasar el lanzamiento comercial varios meses, aplazándolo previsiblemente hasta 2026.

Un lanzamiento estratégico en la cuerda floja

Lo preocupante en este caso no es únicamente el retraso operativo, sino su efecto en una estrategia industrial ya de por sí tensionada. El LEAF es uno de los modelos más reconocibles de Nissan y estaba llamado a ser una herramienta clave para recuperar cuota en el mercado eléctrico. La nueva versión, con una batería de 75 kWh y una autonomía superior a los 480 kilómetros, tenía como principal argumento su relación entre prestaciones y precio. Con un coste estimado por debajo de los 30.000 euros, apuntaba a competir directamente con modelos más recientes y agresivos de fabricantes chinos y europeos.

Cabe destacar que Nissan no atraviesa su mejor momento. La necesidad de contener costes y reorganizar su gama de productos ha hecho que el nuevo LEAF adquiriera una relevancia mayor dentro del conjunto de la marca. Su éxito era crucial no solo desde el punto de vista comercial, sino también como símbolo de la continuidad de Nissan en el desarrollo de vehículos eléctricos accesibles.

La situación actual coloca a la compañía ante un dilema: acelerar la resolución del problema de suministro o arriesgarse a perder tracción en un mercado que evoluciona rápidamente. Si no se logra estabilizar la producción a tiempo, el retraso podría neutralizar el impacto de un modelo que, sobre el papel, tenía todo para recuperar el liderazgo que un día ostentó.