Mientras la Unión Europea chirría, con el Brexit en las puertas y las tendencias euroescépticas al alza, Europa se ha unido para rendir un homenaje a uno de los máximos promotores de la unión continental, el ex canciller alemán Helmut Kohl.

Asistencia de alto nivel

El Parlamento Europeo, en Estrasburgo, ha acogido su primer funeral de Estado, en presencia de destacados líderes europeos y mundiales: Bill Clinton, Angela Merkel, Emmanuel Macron, Felipe González, José María Aznar, Silvio Berlusconi, Benjamin Netanyahu, Viktor Orbán, Romano Prodi, José Manuel Barroso, el rey emérito Juan Carlos I y su mujer, el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker, el presidente del Parlamento Europeo Antonio Tajani... Algunos líderes mundiales, compañeros de luchas políticas de Kohl, no han podido asistir al acto por razones de salud, como el ex presidente francés Jacques Chirac o el ex presidente ruso Mikhail Gorbatxev. Para garantizar la seguridad de tantas personalidades, han tenido que garantizar la seguridad 2.000 policías y gendarmes, desplazados especialmente en Estrasburgo.

Elogios unánimes

Los presidentes del Parlamento Europeo y de la Comisión Europea han calificado a Kohl de "gigante político". Macron ha recordado que era alguien que prefería los puentes a las fronteras. El presidente del Consejo de Europa, Donald Tusk, ha destacado que "comprendió la importancia del levantamiento de los pueblos", en referencia a la caída del comunismo... Los oradores han recordado el papel clave que tuvo el político alemán en la apertura de la Unión Europea hacia el Este y hacia el Sur. En los parlamentos de homenaje al difunto se ha recordado de que ni el euro, ni la Europa de los 28, habrían existido sin el esfuerzo de un hombre que, en palabras de Clinton, "adoraba ser alemán y adoraba ser europeo". Incluso Angela Merkel, que había tenido notorias diferencias con su tutor político, reconoció estar con deuda con él y ha afirmado que ahora le corresponde a su generación "mantener su legado".

Ceremonia controvertida

La organización de la ceremonia ha sido altamente conflictiva, por el enfrentamiento entre la segunda esposa de Kohl, Maike Kohl-Richter, con los hijos del primer matrimonio del canciller y con las autoridades alemanas. Kohl-Richter, que se considera la heredera del legado político de Kohl, rechazó incluso que sus hijastros velaran el cadáver de su padre. Maike Kohl-Richter no quería que Angela Merkel hablara al acto, y en cambio quería dar la palabra al primer ministro húngaro, el autoritario y xenófobo Viktor Orban. Las negociaciones han sido duras por la intransigencia de la viuda, pero finalmente se ha llegado a un acuerdo. La ceremonia, celebrada en el hemiciclo, ha durado dos horas y media, y no ha habido parlamento de Orban. El féretro de Kohl iba cubierto con una bandera europea y ha sido transportado por seis militares alemanes. Cuando se ha acabado el acto se ha trasladado el cadáver a la ciudad de Espira, en el Palatinado, donde se ha previsto hacerle la ceremonia religiosa y proceder al entierro, que será realizado de forma discreta, porque la viuda ha rehusado ceremonias de Estado.

Una larga carrera

Kohl (1930-1982), miembro de la democristiana Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU) fue presidente de la región de Renania-Palatinado, antes de llegar a canciller alemán, de 1982 a 1998 (un récord de permanencia política en Alemania). Fue el artífice de la reunificación alemana, impulsando la rápida incorporación de la Alemania Oriental a la RFA y apostó por fuertes ayudas a los territorios orientales para intentar equilibrar las diferentes regiones del país. Además, fue un firme impulsor de la Unión Europea. Defendió su ampliación y, al mismo tiempo, apostó por la integración económica, monetaria y política. En 2002 se retiró de la vida política y en los últimos tiempos estaba muy mal de salud y con sus facultades muy reducidas.