Turquía es el país con más peso estratégico en la zona nordeste del Mediterráneo, y por ello su desestabilización puede tener consecuencias de gran trascendencia. Turquía es un país con unos 80 millones de habitantes, puente entre Europa y Asia, y frontera con tres puntos calientes del mundo: Siria, Irak y Grecia. Turquía es además una de las fronteras con el denominado Estado Islámico. Lo que sucede en el país envía inevitablemente radiaciones desde los Balcanes a Oriente Próximo.

De la misma forma todos estos grandes conflictos repercuten en la inestable política turca. La del Oriente Próximo es la frontera más peligrosa, y todavía más cuando Erdogan ha intentado una geopolítica que algunos observadores definen como de enfoque "neo-otomano". Una estrategia que ha llegado a colapsar por las contradicciones.

Los movimientos de los poderes internacionales en la zona han propiciado que Turquía jugara -con frecuencia por su iniciativa- papeles muy complicados y a menudo contradictorios. Rusia cerró el año pasado el espacio aéreo sirio en el país turco, después de que un avión de combate ruso violó su espacio aéreo y Turquía lo derribó. Estado Islámico no se turbó y aprovechó la situación para lanzar cohetes Katyusha contra la ciudad turca de Kilis, con el balance de 21 muertos. Los turcos no pudieron responder porque Rusia tenía desplegado su sistema de mísiles por la guerra de Siria, y lo impedía técnicamente.

Ankara ha hecho movimientos erráticos desde entonces, como la apertura de la base Incirlik, base de la coalición anti-Isis, cosa que mejoró su relación con Occidente. Pero al mismo tiempo el gobierno turco intensificó su guerra contra los kurdos, aunque milicias kurdas son un activo importante en la lucha contra Estado Islámico. Y todo ello no ha impedido un acercamiento diplomático a Israel para intentar abastecerse de gas y de armamento, con un punto de desesperación.

Turquía quedó aislada en la región con unos zigzags cada vez más dubitativos. Mientras Ankara sufría en 2015 el mayor atentado de la historia moderna del país, gran parte de los cerca de 30.000 extranjeros incorporados a Siria en las filas de Estado Islámico, sobre todo de adeptos procedentes de Europa o del Magreb, lo hacían a través de Turquía, siguiendo las tramas que funcionaban entre 2004 y 2007 para Al Queda.

La situación de Turquía era des de hace tiempo preocupante, también por el grave problema de los refugiados. Es la gran vía de salida de los refugiados sirios que huyen de la guerra, y a raíz de eso acordó con la UE acogerlos a cambio de una partida de 3.000 millones de euros, con un intento de acercarse nuevamente a Occidente.

El Estado Islámico se creó como tal el mes de junio del 2014, y de entrada ya mostró hostilidad hacia Turquía. "Miembro de la alianza OTAN de los croatas", decían los yihadistas. Desde entonces, la relación ha sido convulsa, pero Turquía también ha sido acusada al mismo tiempo de comprar combustible a los yihadistas.

En la reciente reunión que celebró la OTAN en Varsovia el 8 y 9 de julio, uno de los objetivos era "proyectar estabilidad" sobre el flanco sur, Turquía. El riesgo de situaciones confusas y a la vez peligrosas empezaba a ser evidente.