Todas las portadas —salvo El PeriódicoEl Mundo— explican este sábado que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, permitirá que pilotos ucranianos sean entrenados en el manejo de los aviones de combate F-16 y dejará que otros países cedan los cazas a Ucrania. Hasta ahora, Biden se resistía a entregar a Ucrania tecnología militar que le permitiera atacar objetivos dentro de Rusia por miedo de excitar demasiado a Putin. El primer ministro británico, Rishi Sunak, encantado, ya ha dicho que "El Reino Unido trabajará con EE.UU., los Países Bajos, Bélgica y Dinamarca para conseguir que Ucrania tenga la capacidad aérea de combate que necesita". El ministro de Defensa de Dinamarca, Troels Lund Poulsen, ya ha aceptado entrenar pilotos y discutir la transferencia de aviones. Portugal también. La Fuerza Aérea de Estados Unidos calcula que los pilotos ucranianos solo necesitarán cuatro meses de preparación. El F-16 dispone de misiles de última generación y un potente radar que detecta objetivos a centenares de kilómetros de distancia. Es un equipamiento militar tan protegido que los aliados tienen que obtener permiso del Pentágono incluso para discutir con terceros países, como Ucrania.

Es un cambio de política de 180 grados. Los analistas occidentales de todo lo que tiene que ver con la guerra de Ucrania han celebrado la decisión y lamentado que no se haya tomado antes. Phillips P. O'Brien, profesor de Estudios Estratégicos de la University of Saint Andrews —un analista muy citado—, no sabe explicarse el cambio de Biden y apunta varias razones. La insistencia del Secretario de Estado, Anthony Blinken, que ha arrimado el ascua a su sardina sobre las reticencias de asesores más cautos como Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional; el ya dimitido Colin Kahl, subsecretario de Defensa, o el general Mark MIlley, jefe del Estado Mayor. También la unanimidad de los aliados europeos en la cuestión de los F-16, que dejaba los EE.UU. en posición "un poco ridícula". Además, añade "las conversaciones con los chinos (nunca los descartéis) habrían ayudado a EE.UU. a decidir que Rusia no puede ensanchar la guerra (...). Últimamente, China ha dado muchas señales de su frustración con Rusia".

Marc Polymeropoulos, un exoficial de inteligencia sénior de EE.UU. con 26 años de experiencia operativa sobre el terreno, se ha quejado este viernes de los consejeros de Biden que siempre le recomiendan no hacer lo que meses después acaba haciendo. Pasó con los sistemas de misiles HIMARS o con los tanques M1 Abrams... "Este patrón [de conducta] es (...) mortal, como saben los ucranianos que sufren", dice en un tuit. Jessica Berlín, fundadora de la consultora estratégica CoStruct, se queja que "a causa del retraso de un año, los aviones y los pilotos (...) no podrán sumarse a la contraofensiva. Nuestras reticencias cuestan vidas ucranianas". En fin, todo eso para decir que la de los F-16 es una noticia que merecía abrir portadas, más cuando el G-7, que reúne a los estados más ricos del mundo, ha pactado nuevas sanciones contra Rusia para "matar de hambre a la máquina de guerra de Putin", como titula Ara con mucha garra.

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