Después de más de cincuenta años orbitando silenciosamente la Tierra, una nave soviética diseñada para aterrizar en Venus podría estar a punto de caer, literalmente, del cielo. Se trata de la Kosmos 482, una sonda espacial lanzada en 1972 que nunca consiguió salir de la órbita terrestre y que, según los expertos, reentrará en la atmósfera a principios de mayo.

Aunque la previsión todavía es imprecisa, el científico neerlandés Marco Langbroek calcula que el reingreso se podría producir en torno al 10 de mayo. Si resiste la travesía atmosférica, el cuerpo metálico de casi media tonelada impactaría a unos 240 km/h. Pero el escenario más probable es que se desintegren varias partes antes de tocar tierra, tal como pasa con muchos otros residuos espaciales.

¿Puede representar un peligro?

“Aunque no está exento de riesgo, no nos tenemos que preocupar en exceso”, ha dicho Langbroek a la AFP. El objeto es relativamente pequeño y el peligro para personas o infraestructuras es muy bajo. “Es comparable al riesgo de caída de un meteorito, un fenómeno que se produce varias veces al año. De hecho, tienes más números de ser fulminado por un rayo a lo largo de la vida”.

La Kosmos 482 fue una de las varias misiones soviéticas con destino a Venus. Pero un fallo en el cohete propulsor condenó la nave a quedar atrapada en una órbita muy elíptica en torno a nuestro planeta. Durante décadas, la mayor parte de la estructura se fue desintegrando. No obstante, la cápsula de descenso —una esfera de un metro de diámetro— ha resistido el embate del tiempo.

Su diseño original, pensado para atravesar la atmósfera densa y hostil de Venus, la hace sorprendentemente resistente. Langbroek, de la Universidad Tecnológica de Delft, advierte que incluso después de 53 años, es posible que la nave sobreviva a la reentrada. Aun así, los expertos dudan de que sistemas como el paracaídas o el escudo térmico funcionen correctamente después de tantos años.

En este sentido, Jonathan McDowell, del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, asegura que quizás el mejor escenario sería que el sistema de protección fallara: “Si se destruye durante la reentrada, problema resuelto. Pero si el escudo térmico todavía aguanta, podríamos tener media tonelada de metal cayendo desde el cielo”.

No se sabe dónde podría caer

En cuanto a dónde podría impactar, el margen es amplio: cualquier punto entre los 51,7 grados de latitud norte y sur —desde Londres o Edmonton hasta casi el cabo de Hornos, en Sudamérica—. Con todo, la mayor parte del planeta es cubierta de agua, de manera que los científicos consideran probable que la nave acabe hundiéndose en el océano.

No sería la primera vez. En el 2022, un cohete chino volvió sin control a la atmósfera, y el 2018 fue la vez de la Tiangong 1, una estación espacial china que se desintegró sobre el Pacífico sur. Esta vez, sin embargo, el protagonista es un fantasma de la era soviética. Un recuerdo del pasado que, por fin, vuelve a caer.