Es un trabajador social de 36 años. También es diputado a la asamblea de Hong Kong por el Partido Demócrata y lo llaman "el dios de las protestas" entre los jóvenes rebeldes contra la interferencia autoritaria del gobierno chino en la excolonia británica. Se llama Roy Kwong. En el perfil de la revista norteamericana Time se le ve yendo y viniendo, enérgico, mediando entre la policía y los manifestantes, a quienes repite tres consejos: "que no os hieran, que no se derrame sangre y que no os detengan".

En un papel parecido al de los presos políticos Jordi Cuixart y Jordi Sànchez, Kwong explica a la revista que se ha comprometido a proteger a los adolescentes y jóvenes que se rebelan en la calle contra Pekín. Nadie, dice, "tendría que pagar ningún precio por su juventud". Siempre que los pelotones de la policía se preparan para lanzar gases lacrimógenos, Kwong se pone ante los manifestantes. Quiere ganar tiempo para que se retiren. Improvisa discursos, con referencias a su ídolo, Abraham Lincoln. El 16 de junio intentó convencer a un manifestante de que no saltara desde el terrado de un centro comercial. No lo logró. El chico murió.

La dedicación de Kwong "le ha valido una cosa que el gobierno de Hong Kong no tiene: confianza", explica Time. También ser el legislador más popular de Hong Kong. Es extraño que los políticos inspiren aplausos espontáneos con su mera presencia, pero así reciben los jóvenes a Kwong. "Siempre va donde hay problemas, esté cansado o enfermo", dice Kung, un manifestante de 25 años. "Lo consideramos un dios porque es poderoso". Kwong, la deidad tutelar de los estudiantes rebeldes.