"La vía escocesa es la vía que queremos seguir", así se expresaba el president Carles Puigdemont esta semana desde Washington. No era la primera vez que el president, ni el soberanismo catalán, esgrimía el proceso escocés. Desde que David Cameron aceptó el referéndum acordado en Escocia, los independentistas catalanes han envidiado la actitud de Downing Street y han exigido lo mismo en la Moncloa, como es bien sabido, no con la misma suerte.

Ahora, sin embargo, podría ser que fuera Edimburgo quien siguiera la vía catalana: la del "referéndum o referéndum". El Brexit, y el hecho bastante probable que el Reino Unido quede fuera del mercado único europeo, ha llevado a un relanzamiento del proceso independentista escocés. Justamente esta semana el Parlamento escocés aprobó el mandato por un nuevo referéndum y la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, envió una carta al gobierno de Londres para pedir los poderes para convocarlo.

La primera ministra, Theresa May, sin embargo, asegura que ahora "no es el momento" y que hay que estar unidos ante el Brexit. Según May, primero hay que salir de la Unión Europea, una condición que Sturgeon no está dispuesta a aceptar. Pide hacer el referéndum antes de la salida, aunque acepta hacerlo cuando ya se sepan las condiciones del divorcio.

Puerta abierta a la unilateralidad

Ante esta negativa, Sturgeon no retrocede, y en la carta que envió a Downing Street, avisa de que si no hay negociación, "presentará en el Parlamento escocés los pasos a seguir para garantizar que se avanza hacia el referéndum" y que la voluntad de los escoceses "es respetada". Dejando así una puerta abierta a la unilateralidad, aunque no amenazando abiertamente con ella, todavía.

"La pregunta no es si se llevará a cabo (el referéndum), sino cuándo", defensa Sturgeon en la mencionada carta. Lo que se podría comparar con la famosa frase del president Puigdemont de "o referéndum (pactado con el Estado) o referéndum (unilateral)".

Difícilmente, May podrá negar el referéndum al gobierno de Edimburgo, y más después de haber sido votado por el Parlamento de Edimburgo, pero su estrategia sería dilatarlo tanto como fuera posible en el tiempo. Es en este punto, y para evitar que May pueda salir adelante con la suya, que Sturgeon podría imitar el proceso catalán. ¿Cómo? Elevando el tono y presionando Londres para conseguir un acuerdo.

Después de Semana Santa, Sturgeon ha asegurado que dará pasos hacia el referéndum, intentando forzar así, que May haga marcha atrás y acepte el referéndum, tarde o temprano. En Londres, y también en Edimburgo, se ve altamente improbable que se lleve a cabo un referéndum no autorizado, pero es posible que Sturgeon juegue la carta de la presión en este sentido para dejar en evidencia May y forzarla a aceptar. Sobre todo ahora, que los argumentos que utiliza para defender el Brexit se le pueden girar en contra a Escocia.

Procesos paralelos

Los procesos escocés y catalán siguen desde hace tiempo caminos paralelos, que se entrecruzan entre ellos mismos. Sobre todo, por el hecho de que coinciden fechas. El Partido Nacional Escocés (SNP) ganó las elecciones con mayoría absoluta en el año 2011, y lo hizo con la promesa electoral de hacer un referéndum. Un año después, en octubre del 2012, Cameron y Salmond firmaban el acuerdo que tenía que permitir celebrar el referéndum de independencia. Justo el mismo año, Catalunya hizo la primera de las grandes manifestaciones multitudinarias para pedir un Estado propio, y después del fracaso del pacto fiscal -por la negativa de Madrid-, el entonces president Artur Mas convocó unas elecciones. En el programa electoral: el referéndum.

Finalmente, la actitud de Madrid, hizo que el referéndum catalán acabara siendo un proceso participativo no vinculante, pero las dos naciones preguntaron sobre la independencia en otoño de 2014. En Escocia el 18 de septiembre, en Catalunya, el 9 de noviembre. Después de este punto de inflexión, los procesos se separaron. Catalunya siguió luchando por preguntar a Catalunya de manera vinculante, primero con unas elecciones plebiscitarias y después con la promesa de hacer un referéndum efectivo este septiembre. En Escocia, en cambio, el resultado negativo al referéndum del 2014  -en este caso vinculante-, calmó los ánimos independentistas, que a pesar de no renunciar a repetir la consulta en un futuro, quedaron pospuestos.

El Brexit, sin embargo, ha hecho relanzar las aspiraciones escocesas. El hecho de que el Reino Unido pueda dejar la Unión Europea y su mercado único ha legitimado a los independentistas escoceses para volver a pedir la independencia. De hecho, uno de los argumentos más fuertes que se se pusieron sobre la mesa contra un nuevo Estado escocés era que quedarían fuera de la Comunidad Europea, pero finalmente tendrán que salir igualmente contra su voluntad, habiendo votado en un 62% a favor de quedarse el junio pasado.

Este 2017, pues, los procesos catalán y escocés se vuelven a encontrar y lo hacen en el punto más parecido que nunca. Los dos gobiernos presionan para poner el derecho a la autodeterminación sobre la mesa y presionar para poder decidir su futuro, a través de un referéndum, sí o sí.