Son las 21 horas y 36 minutos del 13 de noviembre del 2015 en París. Desde el interior del restaurante La Belle Équipe, Greg, su propietario, observa lo que ocurre en la terraza. Djamila Tassadit, su exmujer, está enfrascada en una conversación con Hyacinthe. Greg Reibenberg y Djamila Tassadit se han amado durante un tiempo. Él, judío, ella, hija de una familia musulmana de harkis (argelinos que trabajaban para el estado francés en la Argelia colonial), instalada en Dreux. Tienen una hija en común, Tess, de 8 años. La familia suele pasar las vacaciones juntos. En la terraza de La Belle Equipe esa noche, Roman, Ciprian, Lacri, Ludo, Hyacinthe, Djamila, Michelli, William, Halima, Hoda, celebran un cumpleaños. Un grupo de amigos riendo, charlando, bebiendo. Es la noche de París… Djamila está feliz. La exmodelo —trabajó para la diseñadora de moda Isabel Marant— forma parte de una familia de nueve hermanos que han consolidado carreras profesionales en diversos ámbitos. Una familia unida y orgullosa de sus orígenes humildes.

Esto es París, la noche del 13 de noviembre del 2015, a las 21 horas y 36 minutos. Estos amigos disfrutan. De orígenes diversos, son la imagen perfecta de una sociedad compleja, rica y libre.

Fue su última noche. Roman, Ciprian, Lacri, Ludo, Hyacinthe, Djamila, Michelli, William, Halima, Hoda… Murieron juntos, sus cuerpos uno sobre otro. Greg asistió durante una hora a la agonía de la madre de su hija. Djamila expiró implorando a su exmarido que se ocupara de la pequeña.

Claire Tassadit es hermana de una de las asesinadas por Daesh en los atentados de noviembre del 2015 en París. Y candidata en las listas de Emmanuel Macron

Nadie sabía que todo eso iba a ocurrir. Nadie excepto los dos ocupantes del Seat negro que irrumpe por la esquina. Esos hombres dispararán sus armas contra el grupo de amigos en la noche más negra de París. En La Belle Équipe y en otros cinco lugares atacados murieron 130 personas. Otras 413 fueron heridas. Los atentados del 13 al 14 de noviembre del 2015 son los que mayor número de muertos han causado en Francia desde la Segunda Guerra Mundial.

Claire Tassadit recuerda cada minuto de ese fatídico momento. Había charlado con su hermana Djamila por FaceTime unas horas antes, desde Argelia, donde acompañaba a su madre en una visita a la familia. Las confidencias habituales de dos íntimas. Claire cierra los ojos un momento al recordar ese instante. “Al recibir la noticia se me paró la respiración”, dice, aún con los ojos cerrados.

No recuerda cuánto tiempo estuvo sin oxígeno.

Ha transcurrido más de un año desde los atentados. Claire Tassadit forma parte del núcleo más cercano a Emmanuel Macron como candidata a un escaño en la Asamblea Nacional por La République en Marche!, el partido del presidente, en la circunscripción de Dreux. Hace más de un año decidió dejarlo todo para dedicarse en cuerpo y alma a la política. Con una exitosa carrera como jefa de recursos humanos para multinacionales como Siemens, Claire decide volver a su casa, a Dreux, para ponerse al frente de la campaña electoral de las legislativas de junio del 2017 tras encontrarse con Macron en una cena. Ella y otros cuatro candidatos son el primer grupo de la sociedad civil que apoya a Macron en su aventura. Los pioneros de primera hora. Los fieles entre los fieles.

Decidida y amable, desbordada por una agenda intensa, Claire Tassadit es la candidata perfecta del macronismo. Mujer de orígenes humildes —su padre era barrendero en Dreux—, musulmana, profesional de éxito...

Si Emmanuel Macron hubiese diseñado a su candidato perfecto ¿habría dibujado el perfil de Claire Tassadit?
Mi decisión de entrar en política la tomo tras la muerte de mi hermana asesinada la noche del 14 noviembre en París. Esa noche, la primera pregunta que me hice a mí misma es: ¿Cómo es posible que esto ocurra en Francia? ¿quiénes son los responsables?

¿Ha obtenido respuesta a sus preguntas?
No. Pero tuve muy claro en ese momento, cuando el dolor te ciega, que el único político que compartía mi inquietud era Emmanuel Macron. De todas las declaraciones que escuchamos esos días, sólo la de Macron tenía que ver con la autocrítica, con la responsabilidad de todos y cada uno de los franceses. No se trataba solamente de llorar a nuestros muertos, sino de preguntarnos por qué habían muerto.

¿Claire Tassadit ha perdonado?
Yo no he perdonado. No quiero perdonar, no se trata de eso, quiero comprender. Y Macron fue el único que me permitió reflexionar. Mientras todo el mundo hablaba de las nacionalidades de los terroristas, Macron dice que tenemos que analizarnos a nosotros mismos. ¿Qué más da la nacionalidad? ¡Son franceses! El hombre que asesinó a mi hermana había nacido y crecido en la misma Francia que ella, en la misma Francia que yo. Los demás políticos hablaban de Daesh. Sí, claro que es Daesh, pero ese hombre quizás fue a la escuela con Djamila, quizás se sentaron uno junto a otro, y es esta realidad la que hay que comprender.

¿Por qué matan?
Porque les hemos dejado hacer. Porque sabiendo donde están los centros de radicalismo islámico, no hemos hecho nada. Incluso diría que, en cierto modo, hemos contribuido a su expansión. Les hemos dejado crecer, hacerse fuertes.

Quizás por indiferencia…
La indiferencia de no querer aceptar que este país ya no es lo que era. Que la realidad es diferente. Por ello se necesita salir de este bloqueo, por ello, En Marche! representa hoy mejor que nadie esa necesidad de cambio.

¿Culpa a la izquierda francesa de haber permitido la expansión del islamismo?
No sé si es culpa de la izquierda o de la derecha. En Francia nos han gobernado ambas. Sí ha sido una falta total de anticipación y de visión por parte de todos. Hemos permitido al Frente Nacional hacerse dueño del discurso sobre la seguridad y lo que el Frente Nacional hace es enfrentarnos unos contra otros. No hemos sido vigilantes cada uno de nosotros de forma individual. Es un fracaso colectivo e individual.

¿Siente el terrorismo como un fracaso personal?
¡Por supuesto!

¿Por qué?
¿Voy a ver a mi vecina? ¿Me intereso por ella? Si de repente veo en mi barrio a los hombres dejarse barba, a las mujeres cubrirse completamente… ¿me intereso por saber qué está ocurriendo? ¿O hago ver que no pasa nada?


No queremos ver la realidad. Hemos preferido cerrar los ojos. Y esto tiene que terminar. Hay que vivir juntos, hay que construir juntos, hay que dialogar, hay que crear formas que nos permitan trabajar juntos. Si dejamos que el silencio se instale, la barbarie habrá ganado la batalla y mi hermana habrá muerto por nada. Hay que detener esta especie de lucha de identidades, religiosas, étnicas, sociales. Todos tenemos que aprender a vivir juntos.

Claire Tassadit y Emmanuel Macron (Foto: Claire Tassadit)

¿Macron puede cambiar esta dinámica?
De entrada, En Marche! es un movimiento al cual puede sumarse todo el mundo que quiera poner fin al bloqueo de este país. No es una cuestión ideológica sino de acción. Las ideologías pueden ponerse de acuerdo, pueden dialogar, pero hay que tomar decisiones urgentes que no pueden esperar al debate ideológico. Hay que ponerse en marcha.

¿No le preocupa esta excesiva personalización de la política? ¿No le parece algo… peronista?
El peligro del peronismo en Francia no existe. La necesidad francesa de un político fuerte en el centro del poder es algo que De Gaulle entendió ya en los años cincuenta. En Francia desean esa personalización de la política. El gran trauma de François Hollande y, en parte, de Nicolas Sarkozy, fue su incapacidad de establecerse en el imaginario colectivo como los presidentes de Francia.

Parece un poco contradictorio con los valores republicanos.
En Francia deseamos en cada elección presidencial la llegada de un hombre providencial. Esto no es nada nuevo. Es nuestra aspiración como pueblo. Ahora el hombre providencial es Emmanuel Macron.

Suena a mesiánico, casi religioso…
Quizá la palabra no es providencial. También me molesta. Pero en todo caso, Emmanuel Macron es un hombre de una inteligencia extraordinaria que a la vez está imbuido de una humildad y de una empatía extraordinarias. Y además es capaz de recordar el más mínimo detalle de las personas con las que se cruza. Unas cualidades que lo hacen sobresaliente.

Usted forma parte de su círculo íntimo.
Tengo acceso privilegiado, sí.

¿Quién es él? Usted lo conoce bien. ¿Quién es Emmanuel Macron?
De entrada, Emmanuel Macron ha conseguido devolverle el respeto a la Presidencia.

Explíquese.
Creo que la misma noche de su victoria, los franceses fueron testigos de la transformación de Emmanuel Macron en presidente de Francia. Creo que esa larga marcha en la explanada del Louvre, paso a paso, permitió a los franceses comprender que aquel hombre, en un corto espacio de tiempo, había dejado de ser el señor Macron para transformase en el presidente Macron. En ese paseo muchos franceses entienden que es él quien encarna el país y, aunque no lo hayan votado, se sienten orgullosos de que sea él quien tome las riendas. En realidad, usted me dirá que es normal, que siempre se tiende a caballo ganador, pero yo, esa noche, recibí centenares de mensajes de personas que no lo habían votado y que me felicitaban por la facilidad y la compostura con que Macron se había ya transformado en presidente.

¿No suena monárquica esta explicación? Me habla usted de una ceremonia de unción laica…
Estamos en Francia, no podía ser de otro modo. Se trata de una entronización laica, una ceremonia íntima y solemne entre él y el pueblo francés. Esa noche recuperamos lo solemne. La solemnidad que es esencial para comprender la figura del presidente de la República. Una solemnidad que habíamos perdido con todo el ruido mediático de Hollande y el cling cling de Sarkozy.

¿Qué me responde si le digo que la considero un ejemplo del “milagro francés”?
Que se equivoca. No me considero para nada representante de un milagro francés. Este es un país en el que la escuela pública permite una igualdad de oportunidades para todos. No es un milagro, es la República.

Seamos honestos: hoy en día no todo el mundo tiene las mismas oportunidades y usted representa muy bien al francés con menos posibilidades de prosperar que logra el éxito profesional.
Pero es que yo creo que se puede romper el techo de cristal. Nadie mejor que yo para saber cuán duro es ese techo. Soy mujer, pertenezco a una comunidad minoritaria, vengo de una familia obrera, de clase baja, mi padre era barrendero, mi familia pertenece a otra cultura… Claro que existe el techo de cristal pero cuando lo sabes también puedes romperlo. Con esfuerzo, con tenacidad…

Y con suerte…
La suerte es aprovechar las oportunidades que se te presentan. No es otra cosa.

¿De qué tiene miedo Claire Tassadit?
De nada. Yo nunca tengo miedo. Tengo determinación. Toda mi vida ha sido el reflejo de una enorme determinación. Ya le he dicho que no creo en la suerte, no existe la suerte. Lo que existe es saber aprovechar bien las oportunidades. Esa es mi fuerza.

¿Llegará a perdonar algún día?
Seguramente nunca, pero he transformado mi dolor en convicción, en una enorme necesidad de servir a mi pueblo, a la gente de Dreux, a la gente de Francia, a todo el mundo sin distinción. Ya sean del Frente Nacional o de cualquier otro partido o ideología. Esa es mi gran suerte, poder servir a la gente, mejorar sus vidas. Transformar mi pena en acción positiva.

¿Cómo lo consigue?
Mi dolor personal es mi fuerza.