Solo el PSUC del año 1979 había conseguido llegar a los 9 concejales en el Ayuntamiento de Barcelona. Cuando Ada Colau apareció el 2015 en la carrera barcelonesa, este espacio se había acostumbrado a dormitar entre los 2 y, como mucho, 5 concejales, cabalgando sobre la estela de los socialistas como socios necesarios. Pero el 2015 Ada Colau, después de disparar su popularidad como activista antidesahucios y arrastrada por la oleada de Podemos que irrumpía en todo el Estado, giró la tortilla en la batalla barcelonesa, consiguió situarse como la fuerza más votada con un 25,2% de los sufragios y se hizo con 11 escaños, mientras el PSC se desplomaba en caída libre hasta los 4 concejales.

Aquel 2015 en que Colau se convirtió en la primera mujer que asumía la alcaldía de Barcelona, los comunes se impusieron en territorio del PSC, pero también penetraron en el espacio convergente. Pintaron de color morado, 6 de los 10 distritos de los la ciudad, y 54 de los 73 barrios.

Cuatro años después, el 2019, Colau perdió el 5% de los votos y quedó en segunda posición detrás de Ernest Maragall, empatada con el republicano a 10 concejales. No obstante, pactó con el PSC de Jaume Collboni y aceptó los votos de los Ciudadanos de Manel Valls, dispuestos a apoyar a la candidata de los comuns antes de aceptar un gobierno independentista en la capital de Catalunya. Fue la primera vez que en Barcelona no gobernaba la fuerza más votada.

Irrupción de Trias

El desgaste de dos legislaturas arrastrando problemas de inseguridad, suciedad o las polémicas por las propuestas urbanísticas, vertía a Colau a unos comicios complicados, en duelo directo con PSC y ERC, en una pugna de fragmentación de las izquierdas en que los socialistas se apuntaban como los beneficiados por el desgaste de la alcaldesa. El escenario, sin embargo, experimentó una sacudida con la irrupción de Xavier Trias al frente de Junts agitando la bandera anticolau. "La entrada de Trias fue tan fuerte que activó a mucha gente que dijo eso va de verdad", admite una de las estrategas de los comuns. De golpe los comicions quedaban planteados como un cara a cara entre la alcadesa y el exalcalde, lo cual ha trastocado el escenario previsto y ha movilizado a votantes de Colau a los cuales no les molestaría un relevo protagonizado por un gobierno del PSC, pero en cambio no quieren un Ayuntamiento encabezado por Junts.

Trias ha conseguido encarnar la opción anticolau, un papel que difícilmente podrían asumir el PSC, que ha formado parte de este último gobierno, o ERC, que le ha aprobado los presupuestos. Y, desde el momento en que apareció en escena, la alcaldesa busca el cuerpo a cuerpo con el exalcalde. Aunque el PSC resiste la sacudida y consigue mantenerse en los primeros lugares, según las encuestas, la bipolarización del discurso de campaña, con la irrupción del exalcalde convergente ha arrinconado a ERC. Esta tendencia, sin embargo, preocupa a los comuns, que admiten que no les interesa que el candidato republicano se hunda. Por un lado porque se ha convertido en una de las principales vías que alimenta la lista de Junts, però además, porque en la medida en que caiga ERC se debilita uno de los aliados con que cuentan para seguir gobernando. "En Barcelona, Catalunya y el Estado hemos aprobado los presupuestos las mismas fuerzas", recuerdan, cuando se plantea esta cuestión.

Pacto de izquierdas

Los comuns juegan a su favor con su principal limitación: los pactos postelectorales. Las encuestas hacen evidente un panorama muy igualado a las primeras posiciones. En caso de conseguir la victoria o quedar por delante de PSC, Colau solo podrá gobernar pactando con PSC y buscando el apoyo de ERC, como ha hecho hasta ahora. Esta vez no tendrá a los Ciudadanos de Manel Valls como inesperada guardia de corps. La campaña morada tiene intención de golpear a los socialistas en este flanco. En sus intervenciones la alcaldesa subraya la voluntad de reeditar un acuerdo de izquierdas, ante la ambigüedad con que juega al PSC en el intento de marcar distancias con los aspectos más controvertidos de la gestión de Colau. De hecho, esta formación considera condenado al fracaso el intento socialista de desentenderse de su gobierno después de que lo han compartido durante dos legislaturas y tildan de "gran frivolidad" que Jaume Collboni abandonara la primera tenencia de alcaldía cuatro meses antes de empezar la campaña.

Esta será la batalla definitiva de Colau. La definitiva en Barcelona. El alcadessa asegura que no se volverá a presentar a unas nuevas elecciones a la alcaldía de la capital catalana. Concentrará todas sus fuerzas en este pulso. No tiene intención de salir de los límites de la ciudad excepto algunas incursiones -mínimas- fuera de Barcelona. Lo que sí está teniendo son visitas de líderes estatales -como Yolanda Díaz, con tres apariciones en la campaña de los comunes, más en beneficio propio que no para promover a la candidata-. La alcaldesa es consciente que, con un alto porcentaje de indecisos, la campaña será clave. Por eso, controla sus apariciones y mide todos y cada uno de sus movimientos.