Alejandro Fernández (Tarragona, 1976) es uno de esos buenos tipos con los que pasarías decenas de sobremesas hablando de la vida –y del Barça– entre gin-tonics y te encontrarías tan a gusto que, al final de la velada, le acabarías preguntando qué cojones hace en el PP. Aparte de un carácter tan firme como afable, el candidato popular al Parlament también puede presumir de su particular manual de resistencia; Fernández no solo ha sobrevivido a la transición entre Casado y Feijóo (el gallego siempre tuvo claro que no lo quería en su equipo, pero acabó cediendo), sino que sobrevivió muy entero al vendaval voxista de las últimas elecciones en la cámara catalana. A lo que habría que añadir que Fernández ha visto el clima de pacificación que el españolismo quiere imponer en Catalunya y ha contrarrestado la ira de Ignacio Garriga con intervenciones igual de contundentes, pero filtradas por la ironía.

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En efecto, aunque pese al lector, Fernández es uno de los mejores oradores que el PP ha tenido nunca en el Parlament y podríamos decir (la cosa no tiene mucho mérito, pero el presente es lo que hay) que ha sido uno de sus mejores diputados. El futuro crecimiento que todas las encuestas vaticinan a los populares no solo es imputable a la victoria amarga de Feijóo en las generales, a la inercia de la mayoría absoluta del PP en Galicia y al auge en el País Vasco. También se fundamenta en un candidato que ha trabajado sus bases y que quiere devolver al PP de Catalunya a su versión más grácil de partido regionalista derechista. De hecho, lejos de acusar continuamente de golpistas a los políticos indepes, Fernández ha tenido una idea mucho mejor: recordarles que, al fin y al cabo, viven más a gusto siendo procesistas que asumiendo los riesgos de la secesión.

Eso no es óbice para que Fernández se haya presentado a la campaña del 12-M con el lema de hacer crecer Catalunya y acabar con el procés a base de devolver el nacionalismo catalán a la moderación de Convergència (también a la del socialismo). Citando su currículum, Fernández recuerda a menudo que él mismo fue teniente de alcalde de promoción económica en Tarragona al lado de un alcalde, Joan Miquel Nadal, y también miembro de la misma Diputación, con el antiguo alcalde de Vila-seca Josep Poblet, ambos políticos de la ahora resucitada Convergència (también formó parte del grupo popular que ayudó a investir al alcalde socialista Josep Félix Ballesteros). De hecho, y en eso coincide plenamente con Feijóo, a Fernández ya le iría muy bien que Junts volviera a recuperar el moderantismo de Convergència; quién sabe si ha visto el retorno de Jordi Pujol haciendo campaña como una gran dicha.

Lejos de acusar continuamente de golpistas a los políticos indepes, Fernández ha tenido una idea mucho mejor: recordarles que, al fin y al cabo, viven más a gusto siendo procesistas que asumiendo los riesgos de la secesión

De hecho, Fernández es uno de los políticos del PP que más claramente se ha pronunciado contra las fechorías de la policía patriótica impulsada por Jorge Fernández Díaz y Mariano Rajoy. A su vez, a pesar de seguir dirigiéndose a los diputados del Parlament en español, este tarraconense de pura cepa ha insistido especialmente en el retroceso del uso social del catalán y la importancia de contar con programas culturales exportables en nuestra lengua en los medios de la Corporació (sin ser tan explícito, se nota que el PP también echa de menos aquellos tiempos en los que la derecha española regionalista no tenía ningún problema en reivindicar la inmersión lingüística). A su vez, a pesar de mostrarse contrario a la amnistía, el indulto general promulgado por Sánchez podría acabar provocando que esta entente, ahora totalmente imposible, entre la derecha catalana y la española volviera a repetirse. Hemos visto cosas mucho más extrañas...

En el fondo, y por todo ello, Alejandro Fernández comparte con Salvador Illa la voluntad de pacificar Catalunya y devolverla cuanto antes a las dinámicas del régimen del 78. Vista la atomización del independentismo y el desánimo de su electorado (si no contamos la fuerza que pueda tener la abstención en el futuro regenerador del movimiento), el líder del PP podrá flotar unos cuantos años más, sobre todo cuando Madrid acabe desinflando la alternativa radical de Vox, y el PP —si Feijóo aguanta el tiempo suficiente— puede reunificar su espacio ideológico con el temple de Aznar. Quizás entonces, aparte de ser lo bastante cool, el candidato incluso acabe siendo alguien realmente importante en el ámbito español de su partido. A la gente del kilómetro cero siempre le ha complacido el folclore catalán, porque es muy fácil de acabar dominándolo: sobre todo, si lo lidera un buen tipo como él, nacionalista de Tarragona.