Tal día como hoy, hace 149 años, nació en Mataró (Maresme) Josep Puig i Cadafalch, el gran arquitecto urbanista de la Barcelona de principios del siglo XX. Inició su carrera, sin embargo, en Mataró, donde desarrolló destacadas actuaciones urbanísticas locales. A partir de 1896 se implica en los grandes proyectos urbanísticos de Barcelona; y se convierte en el director de las obras de prolongación de la Via Laietana, de ampliación de la Plaça Catalunya, y de reforma del área de Montjuïc para alojar la Exposición Universal de 1929. Diseña la Plaça d'Espanya inspirándose en la de San Pedro del Vaticano.

Puig i Cadafalch, también, estuvo comprometido con los movimientos políticos del primer tercio del siglo XX. Ideológicamente situado en la derecha catalanista, militó en la Lliga Regionalista de Cambó, y formó tándem con Prat de la Riba para impulsar la Mancomunitat de Catalunya -la institución pre-autonómica de 1914. En 1917 lo sucedió en la presidencia. Durante su mandato se manifestó partidario de Francia en el conflicto de la 1ª. Guerra Mundial y en 1919 -con el redibujo del mapa de Europa como consecuencia del resultado de la guerra- impulsó la redacción de un Estatut de autonomía que contemplaba abiertamente el derecho a la autodeterminación.

Pero la faceta que es más desconocida de su personalidad, es la de activista cultural. Trabajó activamente en proyectos de difusión de la cultura catalana. Y como arquitecto intervino en la necesaria y urgente recuperación del patrimonio histórico y artístico del país. Después de la Guerra Civil del 36, fue “depurado” por las autoridades franquistas. No le permitieron ejercer su profesión de arquitecto. Y él se entregó en cuerpo y alma al Institut d'Estudis Catalans, que presidió en los años difíciles de máxima persecución de la lengua y cultura catalanas.