Tal día como hoy del año 897, hace 1.128 años, en el paraje de la Vall d'Ora (entonces marca de Berga, del condado carolingio de Urgell-Cerdanya, y actualmente término de Navès, comarca del Solsonès); se libraba una batalla entre soldados del conde de Barcelona y del valí musulmán de Lleida, que se saldaría con la muerte del conde Wifredo I, llamado el Velloso. Cuando se produjo este hecho, Wifredo era conde (funcionario delegado del poder central carolingio) en los distritos condales de Urgell, Cerdanya, Osona, Barcelona, Osona, Girona y Conflent. Y, en su condición de conde de Barcelona era, también, la primera autoridad delegada del poder franco en la Marca de Gotia (territorios del Languedoc y Catalunya vieja).
El conde Wifredo pasó a la historia por dos motivos. El primero, como protagonista de una tradición oral creada —muy probablemente— un siglo después de su desaparición (pero documentada, por primera vez, el siglo XVI), que sitúa esta muerte en los campos de batalla del valle del río Sena, combatiendo a favor de su señor natural —el rey carolingio Carlos III de Francia— en lucha contra la invasión vikinga (885-886). Esta tradición relata que Wifredo habría sido herido durante la batalla y que en el lecho de muerte, el rey Carlos habría mojado sus dedos con la sangre del conde catalán y, sobre un escudo liso, habría dibujado la bandera cuatribarrada, a partir de aquel momento la enseña nacional de Catalunya.
Pero, en realidad, la importancia de Wifredo radica en el hecho de que fue el primer conde de la Marca de Gotia que, siguiendo una inercia que se estaba produciendo por todo el reino carolingio de Francia, transmitió su cargo en herencia. Esta privatización del bien público (cargos, ejército, justicia) era un síntoma de la fuerte crisis que, desde la fragmentación del edificio político creado por Carlomagno (843) afectaba a los poderes centrales (los estamentos de la corona) de los dominios resultantes de aquella división; y sería el pistoletazo de salida de la mal llamada Revolución Feudal. Wifredo transmitió sus cargos condales a sus hijos Wifredo (condados dependientes de Barcelona, Girona y Osona); Miró (condados dependientes de Cerdanya y Conflent); y Sunifredo (condado dependiente de Urgell).
Por este hecho, los condes dependientes catalanes (897-988) y los condes independientes hasta la extinción de la estirpe (muerte de Martín I, 1410), serían descendientes suyos y, por lo tanto, es el fundador de la estirpe nacional catalana (llamada, contemporáneamente, Bellónidas). Al mismo tiempo, Wifredo —casado con Guinidilda, tataranieta del emperador Carlomagno— sería el fundador de una rama menor de la familia imperial carolingia (la rama de Barcelona). Esta condición posteriormente tendría una gran importancia. El conde Borrell, nieto de Wifredo, se negaría a renovar el vasallaje al rey de Francia (independencia, de facto 988), entre otras cosas porque el nuevo monarca, Hugo Capeto, ya no era un miembro del tronco principal de la estirpe carolingia.