Tal día como hoy del año 1813, hace 208 años, en Cádiz, moría Antoni de Capmany de Montpalau y de Surís (Barcelona, 1742), que el año anterior (1812) había sido uno de los ponentes (el único de origen catalán) que habían redactado la Constitución de Cádiz, el segundo texto constitucional de la historia española (el primero había sido la Carta de Bayona, de 1808), y conocida popularmente como "la Pepa" porque había sido promulgada el día de Sant Josep. Aquel texto había sido redactado y promulgado por un grupo de fugitivos que se habían rebelado contra el legítimo régimen del rey José I Bonaparte (en mayo de 1808, los reyes Carlos IV y Fernando VII le habían vendido la corona española a Napoleón que, acto seguido, la había cedido a su hermano Josep).
Durante el debate simultáneo en la redacción de aquel texto, fue uno de los diputados más prolíficos (subió al atril un mínimo de doscientas veces), pero también fue el que más burlas sufrió por su fuertísimo acento catalán y por sus catalanadas. Su lengua materna era el catalán, pero no lo utilizó nunca en actos solemnes ni movió un dedo para poner fin a la persecución que sufría desde la ocupación borbónica de 1714. Campmany, Aner y Dou, los tres diputados catalanes más activos en aquella pretendida cámara, y entusiastas defensores de la "unidad española" (el Principado había sido separado del reino español e incorporado al Imperio francés, que había restaurado la cooficialidad del catalán), fueron, siempre, el hazmerreír de sus compañeros de los países castellanos.
También fue uno de los elementos más paradigmáticos de la pintoresca Ilustración española, dominada por el régimen borbónico y por la Inquisición. Unos años antes (1766-1768) había sido el principal colaborador de Pablo de Olàvide en el proyecto de colonización de Sierra Morena y Écija (Andalucía) con campesinos bávaros, flamencos, alsacianos y piamonteses. Las dificultades de adaptación climáticas y el clima de hostilidad que sufrieron aquellos colonos centroeuropeos estuvieron a punto de hacer descarrilar el proyecto; y, entonces, impulsó la participación en aquella empresa de campesinos catalanes y valencianos, e impidió la de campesinos castellanos y andaluces. Sería en aquel contexto que proclamaría la controvertida cita “los catalanes son laboriosos y los castellanos son ociosos”.