Tal día como hoy del año 1868, hace 157 años, Laureà Figuerola i Ballester (Calaf, 1816 - Madrid, 1903), ministro de Hacienda del primer gobierno de la Revolución Gloriosa —presidido por el general Francisco Serrano (Unión Liberal)—, promulgaba el decreto de unificación monetaria del Estado español. Paradójicamente, después de la Guerra de Sucesión y de la destrucción de la arquitectura confederal del edificio político hispánico (1714/15), el régimen borbónico no había unificado el sistema monetario hispánico. Y transcurrido más de un siglo y medio (1868), en el Estado español convivían diversas unidades monetarias de curso legal que tenían como base territorial las antiguas naciones que habían compuesto la monarquía hispánica.

La unificación monetaria española se produjo pocas semanas después de la Revolución Gloriosa (septiembre, 1868), que había culminado con el destronamiento de Isabel II y su huida a Francia (junto con su séquito, llamados la camarilla del bolsillo secreto). Aquella revolución, liderada por los generales Serrano, Topete y Prim (que relevaría a Serrano en la jefatura del Estado en junio de 1869), era de clara inspiración jacobina. Y si bien el general Prim había proclamado que “los Borbones eran el impedimento más grande para la modernización y la democratización de España”, también lo era que medidas como la unificación monetaria tenían un propósito que iba más allá del proyecto de creación de un mercado español único.

Según la investigación historiográfica, el nombre de la peseta se inspiraba en una unidad monetaria catalana llamada peceta (diminutivo de peça, que equivalía a dos reales). La misma investigación sostiene que la peseta ya era una moneda imaginaria que aparece relacionada en algunos documentos de la segunda mitad del siglo XVIII como un término  monetario que quería establecer unos valores al cambio entre las diferentes unidades monetarias peninsulares. Estas referencias documentales son frecuentes en los mercados peninsulares donde habitualmente operaban los comerciantes catalanes. A finales del siglo XVIII, después de la crisis económica de la década de 1760, la peseta habría cambiado de equivalencia y se usaría para referirse al valor de cuatro reales.