Tal día como hoy del año 1647, hace 374 años, en Nápoles, estallaba una revolución independentista liderada por Tomasso Aniello d'Amalfi, más conocido como Massaniello, que culminaría, el mismo día, con la instauración de un gobierno popular y republicano. Durante seis días, entre el 7 y el 13 de julio de 1647, el reino de Nápoles se gobernó como una república independiente, presidida por el mismo Massaniello; hasta que el aparato de dominación hispánico ―dirigido por el virrey Rodrigo Ponce de León― promovió un complot de traiciones que acabaría con la vida de Massaniello y de la joven república.

El reino de Nápoles había sido incorporado al edificio político catalanoaragonés el año 1442, durante el reinado de Alfonso el Magnánimo. Desde entonces, el puerto y la ciudad de Nápoles habían sido un importante centro de actividad comercial de las poderosas clases mercantiles de Barcelona y de València. A finales del siglo XV y principios del siglo XVI, Nápoles era uno de los tres vértices (con Barcelona y València) del comercio catalán entre los puertos del Mediterráneo y los del Atlántico norte, y una de las principales sedes de las compañías navieras catalanas de comercio internacional.

Pero a partir del reinado de Felipe II (1556) ―bisnieto de los Reyes Católicos―, la monarquía hispánica había sustituido progresivamente el aparato funcionarial catalán por elementos castellanos que ―a diferencia de la tradicional buena relación entre catalanes y napolitanos― a menudo mantenían sonados enfrentamientos con las instituciones y con la sociedad napolitana. La revolución napolitana se produjo en un contexto de crisis económica profunda: Nápoles había pasado de ser un referente económico y social durante la etapa catalana a ser un pozo de miseria y de conflictividad con la dominación hispánica.

La revolución napolitana estalló siete años después de la revolución catalana de 1640 y tuvo, también, un componente de reivindicación popular muy importante.