Tal día como hoy del año 1456, hace 563 años, se celebraba por primera vez —de forma institucionalizada— la Diada de Sant Jordi. Aquella festividad, que ya se celebraba de forma popular desde la centuria de 1300, quedaba definitivamente institucionalizada por el acuerdo tomado en el transcurso de las Corts reunidas en Barcelona desde 1454. La tradición de regalar una rosa "roja como la sangre" (que en el universo simbólico representaba el amor) se inspiraba en la trilogía legendaria de san Jordi, el dragón y la princesa. Según la leyenda catalana, san Jordi (que representaba los valores caballerescos propios de la época medieval) clavó mortalmente la lanza al dragón (que representaba los contravalores del mal); y allí donde la sangre de la "bestia" empapó la tierra, cada año floreció un rosal.

No obstante, la investigación antropológica revela que la Diada de Sant Jordi está directamente relacionada con las festividades paganas de celebración de la primavera y del verano, como lo son las de Sant Josep en el País Valencià o las hogueras de Sant Joan por todos los Països Catalans; y que trascendieron el proceso de evangelización de la sociedad medieval. La misma investigación antropológica apunta que la simbología de la festividad de Sant Jordi tiene sus raíces en las fiestas de emparejamiento y reproducción propias de las sociedades antiguas del territorio (siglos V en II antes de nuestra era): las naciones norteibéricas que ocupaban el solar que actualmente comprende el Languedoc, Catalunya, el valle bajo y medio del Ebro y la mitad norte del País Valencià.

Las fuentes revelan que durante los siglos XV, XVI y XVII por la Diada de Sant Jordi se desplegaban puestos de venta de rosas en las principales calles de las villas y ciudades de Catalunya y que en el Palau de la Generalitat se ofrecía una recepción a los representantes políticos del país. Después de la ocupación borbónica (1714), la celebración de la Diada de Sant Jordi estuvo prohibida: los puestos de rosas desaparecieron y la tradición de regalar una rosa quedó recluida en la clandestinidad. Con la Renaixença cultural y política del siglo XIX la Diada se recuperaría y sería instituida de nuevo por la Mancomunidad (1914) —y prohibida por la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930); y por la Generalitat republicana (1931) —y prohibida, de nuevo, por la dictadura de Franco (1939).