Tal día como hoy del año 1823, hace 199 años, un ejército del reino francés que había relevado al Imperio bonapartista entraba en la península Ibérica para derrocar el régimen liberal del general Riego. Aquel ejército fue llamado los Cien Mil Hijos de San Luis, a propósito del discurso de apertura de las Cortes francesas de 1822 pronunciado por Luis XVIII: "Tengo un ejército de cien mil franceses dispuestos a restaurar en el trono español a un nieto de Enrique IV de Francia (el primer Borbón francés y referido, en aquel caso, a Fernando VII)". Aquel ejército, dirigido por Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema, penetró en la Península, inicialmente, a través de los pasos pirenaicos del Empordà.

Tres años antes (1820), el general Riego había liderado un golpe de estado que pretendía transformar el reino absolutista de Fernando VII en la monarquía que proclamaba la Constitución de 1812. Pero aquella revuelta liberal no se había impuesto plenamente. El rey, con el apoyo incondicional de las oligarquías cortesanas y las jerarquías eclesiásticas, maniobraba permanentemente para provocar la caída del régimen de Riego y el retorno al anterior modelo político. Y en Catalunya y en el País Vasco, líderes económicos peninsulares, la ideología antiburguesa (y en consecuencia antiliberal) se había consolidado plenamente en el mundo rural y agrario, hasta convertirse en el pensamiento dominante.

Por este motivo, cuando Fernando VII pactó, secretamente, la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis, acordó con Luis XVIII que lo harían por Catalunya, porque contaban con que en el Principado encontrarían la colaboración de un importante segmento de población tradicionalista y antiburguesa. La resistencia liberal se limitó a algunas acciones aisladas dirigidas por el general Espoz y Mina, que, al comprobar que la población civil catalana no estaba dispuesta a implicarse en aquel conflicto, se retiró al centro de la Península. Pasados cinco meses, el ejército absolutista ya controlaba la totalidad del territorio español y Riego era ejecutado por orden de Fernando VII.