Tal día como hoy del año 1094, hace 926 años, el ejército particular de Rodrigo Díaz de Vivar, señor de la guerra castellano, ocupaba la ciudad árabe de Balansiya (actualmente València). Aquel dominio efímero (1094-1109) no representó ninguna rotura del hilo de la historia de la ciudad: València pasó a ser gobernada por una casta militar de origen castellano, pero el conjunto de la sociedad siguió formando parte del mundo cultural y religioso árabe. Cuando su poder se vio amenazado por las campañas militares de las taifas islámicas y por los contraataques almorávides, el Cid recurrió a la ayuda que, transitoriamente, le prestaron los dominios cristianos peninsulares del valle del Ebro.

Díaz de Vivar, consciente de que no podría mantener en solitario el dominio de su estado personal valenciano, pactó una alianza militar estable con el condado independiente de Barcelona y con el reino de Aragón y Pamplona (1095). Esta alianza se reforzó con los matrimonios de Ramón Berenguer III con María Díaz (primogénita y heredera del estado personal del Cid) y de Cristina Díaz (la segunda hija del Cid) con el infante Ramiro de Monzón (nieto del rey Pedro I de Aragón). Cristina y Ramón Berenguer sólo tuvieron descendencia femenina, pero se entroncaría con la nobleza catalana, y, posteriormente, con el casal de Barcelona.

Esta fue una de las principales justificaciones que esgrimió el conde-rey Jaime I —tataranieto de Ramón Berenguer III— cuando inició la conquista del País Valencià (1229). Jaime I, como descendiente de Ramón Berenguer III y Cristina Díaz, se presentó como el legítimo heredero del estado personal del Cid.