Tal día como hoy del año 1785, hace 235 años, el rey Carlos III aprobaba el diseño de la primera y actual bandera española. Desde que los Reyes Católicos habían alcanzado sus respectivos tronos (1479), las enseñas de la monarquía hispánica eran un pasacalle de dibujos y de colores: desde la Cruz de Borgoña (introducida por Felipe el Bello el año 1506) —pintada según la conveniencia— hasta un rompecabezas drapeado que reunía todas las armas del edificio político hispánico. Incluso, cuando Felipe V —el primer Borbón hispánico— desarticuló el edificio foral de los Habsburgo (1715) mantuvo la Cruz de Borgoña con las armas borbónicas como enseña de aquella primera España unitaria.

Según las fuentes oficiales, Carlos III creó el primero y actual modelo de la bandera española “para evitar los inconvenientes y perjuicios que (...) la Bandera Nacional de que usa Mi Armada Naval y demás Embarcaciones Españolas equivocándose a largas distancias ó con vientos calmosos con la de otras Naciones, he resuelto que en adelante usen mis Buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las cuales la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de enmedio, amarilla, colocándose en ésta el Escudo de mis Reales Armas, reducido a los dos quarteles de Castilla y León”.

Pasado más de medio siglo (13 de octubre de 1843), meses después del terrible bombardeo de Espartero sobre Barcelona (1842) y coincidiendo con la coronación exprés de Isabel II, se decretaba: “Las banderas y estandartes de todos los cuerpos e institutos que componen el Ejército, la Armada y la Milicia Nacional, usarán iguales en colores a la bandera de guerra española, y colocados éstos por el mismo orden que lo están en ella”. De esta forma, por primera vez en la historia, España pasaba a tener una bandera única para todas las administraciones y representaciones. Con ocho siglos y medio de diferencia con respecto a la bandera cuatribarrada de los condados independientes catalanes.