Tal día como hoy del año 1712, hace 311 años, en Londres, y en el transcurso de las negociaciones de paz para poner fin a la Guerra de Sucesión hispánica, y por la cual Gran Bretaña había obtenido la posesión de Menorca, la reina Ana I nombraba al militar John Campbell gobernador británico de la isla. Menorca formaría parte del imperio británico durante noventa años (con los paréntesis de dominaciones francesa de 1756-1763 y española de 1782-1798), durante los cuales tuvo seis gobernadores: John Campbell, Richard Kane (que sería quien ostentaría el cargo más tiempo y que promovería grandes obras públicas), Algemon Seymour, John Dalrymple y James O'Hara.

Al inicio de la Guerra de Sucesión hispánica (1706), la sociedad menorquina se había rebelado contra el régimen borbónico y la cancillería austriacista de Barcelona, a través del virrey de Mallorca, había nombrado a una serie de gobernadores leales a Carlos de Habsburgo. Durante aquella etapa (1706-1712), la isla de Menorca jugó un papel de extraordinaria importancia estratégica, y a las postrimerías del conflicto, mientras se negociaban las condiciones de paz (Utrecht, 1712), la cancillería británica exigió y obtuvo el control de la isla. Felipe V, el primer Borbón hispánico, entregó Gibraltar, Menorca y el Asiento de Negros a los británicos, a cambio de la retirada del conflicto.

Durante los noventa años de dominación británica, Menorca vivió su particular siglo de oro. Durante la etapa de dominación hispánica (1518-1712), había sido un territorio desprotegido (a expensas de los ataques y los secuestros de las piraterías otomana y berberisca) que habían diezmado su población, habían arruinado su aparato económico y habían comprometido su futuro. En cambio, con los británicos, la seguridad pasó a presidir la vida social y económica de la isla, y no tan solo se benefició el aparato agroganadero tradicional, sino que se restauraron las vías comerciales marítimas de la época medieval catalana (1285-1518).

También en el plano cultural, Menorca resultó muy beneficiada por su incorporación en el imperio británico. A diferencia de lo que pasaría en Mallorca a partir de la ocupación borbónica de 1715 (y de lo que había pasado en el País Valencià, en 1707, y en Catalunya, en 1714), los británicos no persiguieron la lengua catalana. Durante el siglo británico de Menorca, el catalán no tan solo fue lengua cooficial con el inglés, sino que vivió una etapa de cultivo literario muy significativa. Esta "primavera menorquina" acabaría trágicamente el 1802, con la incorporación de la isla en la corona española. A partir de aquel momento, la economía y la cultura menorquinas sufrirían un fuerte retroceso.