Tal día como hoy, hace 110 años, se clausuraba en Barcelona el I Congrés Internacional de la Llengua Catalana. En aquel congreso participaron las figuras más destacadas del mundo académico y científico de los territorios de habla catalana. El propósito era rescatar la lengua y cultura catalanas de la marginación cultural que habían provocado dos siglos de prohibición y de persecución. De genocidio cultural y lingüístico perpetrado por los estados español y francés. En definitiva, transportar la lengua y la cultura catalanas a la modernidad, creando los instrumentos necesarios para prestigiarla culturalmente, socialmente y políticamente.

Este congreso, sin embargo, también puso de relieve la existencia de una comunidad cultural catalana que rebasaba los límites estrictos del Principado. Una comunidad cultural que compartía una lengua y una historia. El término Països Catalans, que ya había sido postulado treinta años antes en los cenáculos intelectuales de València cap i casal, se acepta de manera general –a partir del Congrés– para definir la comunidad de territorios que tenían la lengua catalana como denominador común cultural. A la idea Països Catalans, en aquel momento, no se le dio una categoría política. Lo alcanzaría con el paso de los años; y se formularía, inicialmente también, en el País Valencià.

La resonancia que tuvo el Congrés de la Llengua –fue uno de los temas más recurrentes de la prensa europea de la época– significó la difusión y conocimiento internacionales de la realidad cultural catalana. Los europeos de 1906 descubrían –en una mezcla de estupefacción y de admiración– que una de las culturas más vivas y más ricas de Europa, resistía y se rearmaba; aunque había estado obcecadamente prohibida y obsesivamente perseguida. La que, sorprendentemente, había dado nombres de talla universal como el filósofo mallorquín Ramon Llull, el literato valenciano Joanot Martorell o el científico catalán Narcís Monturiol. La cultura de los Països Catalans.