Tal día como hoy del año 1713, hace 311 años, en Utrecht (Países Bajos independientes), los representantes diplomáticos del rey Felipe V (el primer Borbón español) y de la reina Ana I (última Stuart británica) firmaban el primer Tratado de Utrecht, que tenía que poner fin al conflicto sucesorio hispánico (1701-1715). En aquel primer tratado —posteriormente se firmarían dos más (Rastatt, marzo 1714, y Baden, septiembre 1714) que complementarían el primero—, Madrid cedió a todas las demandas de Londres para conseguir que los británicos se retiraran de la guerra. El propósito final de Madrid era conseguir —a golpe de cesiones— que todos los aliados de la causa austriacista en aquel conflicto se retiraran de la guerra y que los catalanes se quedaran sin apoyos internacionales y solos ante la alianza borbónica París-Madrid.

En aquellas negociaciones, la cancillería de Felipe V confirmó el dominio británico sobre Gibraltar y sobre Menorca, que Londres ya ejercía desde 1705 y 1708, respectivamente. Pero una de las transferencias más destacadas —y que la historiografía nacionalista española ha omitido sistemáticamente— fue el "Asiento de Negros". Esta figura jurídica era el monopolio que la corona hispánica ostentaba sobre el abastecimiento de esclavos en las colonias hispánicas de América. Anualmente la administración hispánica subastaba la gestión del Asiento de Negros a un particular (generalmente a un negociante rico neerlandés, portugués o alemán) y era la parte del león del negocio colonial. En varias ocasiones, la monarquía hispánica había esquivado la quiebra con los ingresos que obtenía por la subasta del Asiento de Negros.

Según la investigación historiográfica, el rey Luis XIV de Francia —abuelo y valedor de Felipe V de España— sería el que entregaría el Asiento a los británicos, sin esperar la opinión de su nieto y de los cancilleres de Madrid. Pero el Asiento no fue transferido a la corona británica, sino que acabó en manos de una empresa privada inglesa, creada a propósito para asumir este monopolio, y presidida por el lord tesorero (primer ministro) Robert Harley, conde de Oxford y de Mortimer, y por su incondicional aliado Henry Saint-John, vizconde de Bolingbroke. Ambos eran dos pesos pesados del Partido Conservador (nombrados tories) que, históricamente, habían defendido los intereses de la nobleza terrateniente inglesa. Harley y Saint-John, con silla en Utrecht, maniobraron para impedir que el Asiento acabara en manos de la corona inglesa.

La cancillería borbónica de Felipe V decidió cubrir aquella pérdida de ingresos imponiendo una durísima tributación de guerra en Catalunya, que hicieron efectivo después de la ocupación de 1714, y que tuvo una vigencia de unos 50 años, los mismos que la compañía de Harley y Saint-John dispuso del monopolio esclavista en las colonias hispánicas de América, antes de devolver la concesión a la corona española.