Tal día como hoy del año 303, hace 1.721 años, a Nicomèdia (en la provincia romana de Bitínia, en el extremo occidental de la península de Anatolia), y según la tradición cristiana, el verdugo de la ciudad decapitaba a Georgios. Según la misma tradición, Georgios era un tribunus cohortis (comandante de una unidad militar romana) que se había rebelado contra el culto obligatorio a la figura de Apolo, que el Estado romano había impuesto a todos los miembros del ejército. Las diversas versiones de la tradición sostienen que Georgios, antes de morir, fue brutalmente torturado, pero mientras algunas hablan de que fue sometido a un artefacto llamado “la rueda de espadas”, otros hablan de que fue carbonizado sobre una parrilla.

Según la Iglesia católica, Georgios había nacido y se había criado en una familia de la élite local de la provincia romana de Capadocia, en la orilla sur del Mar Negro. Su lengua era el griego (aquella región era de cultura griega y la latinización del territorio había sido muy débil). No obstante, las élites locales de aquella provincia estaban profundamente romanizadas, y Georgios ingresó en el ejército romano y siguió la tradición familiar militar (su padre, Geronci, ya era un oficial del ejército romano y había sido destinado a la provincia romana de Palestina, donde probablemente habría entrado en contacto con los núcleos cristianos clandestinos). Como oficial fue destinado a la provincia romana de Bitinia, lugar donde acabaría encontrando la muerte.

El mito de Georgios, transformado en san Jorge, llegaría a Europa siglos más tarde (primera década de la centuria de 1100). Los caballeros que habían combatido en la Primera Cruzada en Tierra Santa (1096-1099) serían los que importarían la tradición del mito y la devoción al santo. Pocas décadas después, hacia mediados del siglo XII, san Jorge se había sido elevado a la categoría de patrón de los estamentos nobiliarios —los corpus militares de la época—, de buena parte de la Europa occidental. Antes de la unión dinástica de Barcelona y de Aragón (1150), sus respectivos estamentos nobiliarios ya lo habían proclamado su patrón, y lo pasarían a representar con el vestuario y la estética propia de los caballeros de la época.