Tal día como hoy del año 1313, hace 711 años, en Poissy (en las afueras de París, por entonces reino de Francia), los representantes diplomáticos de las coronas de Mallorca-Roselló y de Catalunya-Aragón firmaban un tratado por el que el país de Arán volvía a soberanía catalanoaragonesa. Una vez firmado ese tratado, la cancillería real de Barcelona adscribiría el país de Arán al Principado de Catalunya, y tan solo unos meses más tarde (Lleida, 23 de agosto de 1313), el rey Jaime II promulgaría la Querimònia, un paquete de franquezas y privilegios otorgados para fortalecer el vínculo entre la sociedad aranesa y la Corona catalanoaragonesa, que se convertiría en la carta magna de Arán.

Arán había sido invadido por la monarquía francesa en 1238, coincidiendo con la campaña de conquista catalanoaragonesa del País Valencià dirigida por el rey Jaime I. Tras varios intentos catalanes de recuperación, finalmente París y Barcelona habían acordado ceder el control del territorio a un tercer estado, teóricamente neutral, y desde 1298, el país de Arán formaba parte del dominio de la corona de Mallorca-Roselló, creada por Jaime I para su hijo pequeño Jaime. Precisamente durante la etapa mallorquina (1298-1313), los araneses habían empezado a compilar su derecho consuetudinario, que daría como resultado la redacción y promulgación de la Querimònia (1313).

La Querimònia (la libre y franca posesión de los araneses de sus montañas, sin servidumbre real y con el libre aprovechamiento de aguas, pesca, pasturajes, caza y bosques) fue confirmada por todos los monarcas de la Corona catalanoaragonesa (1313-1516) y de la monarquía hispánica (1518-1700). Y fue confirmada por los Borbones del siglo XVII, más allá del Decreto de Nueva Planta (1717), a pesar de que las instituciones y la sociedad aranesas habían sido abiertamente austracistas durante el conflicto sucesorio (1701-1715). Durante el siglo XIX, el régimen borbónico cerró el Conselh Generau d'Aran (Fernando VII, 1827) y derogó la Querimònia (Isabel II, 1846).