La decisión del Comité de Derechos Humanos de la ONU considerando que España violó los derechos políticos de exmiembros del Govern y del Parlament al suspenderlos de sus funciones públicas, sin que existiera previamente una condena firme de los tribunales tras el referéndum del 1 de octubre, es una victoria importante a la hora de explicar en el mundo el comportamiento autoritario y poco democrático de un Estado demasiado acostumbrado a prescindir de la legalidad. Los cuatro demandantes, Oriol Junqueras, Jordi Turull, Josep Rull y Raül Romeva, pueden considerarse satisfechos, ya que la sentencia de la ONU no revierte aquella irregularidad, pero sí demuestra hasta qué punto la represión del independentismo ha sido de una gran crueldad y que bajo el paraguas de salvaguardar la unidad de España se perpetraron todo tipo de atrocidades.

La resolución de la ONU no solo deja en mal lugar a los diferentes tribunales españoles, desde el Supremo al Constitucional, sino que por extensión la reprimenda llega por igual a los partidos constitucionalistas y a los dos gobiernos españoles que ha habido desde 2017, el del Partido Popular de Mariano Rajoy y el del PSOE que han encabezado Pedro Sánchez y Pablo Iglesias (ahora Yolanda Díaz). En el caso de socialistas, populares, Vox y Ciudadanos, que son los garantes del régimen del 78, la amonestación les importará, seguramente, más bien poco. Pero no cabe esperar otra actitud de quienes armaron toda la doctrina de que en Catalunya se estaba propiciando un golpe de estado simplemente porque carecían de herramientas para detener un proceso de consulta democrática, como fue el referéndum de independencia del 1 de octubre.

El rapapolvo incluye también a los medios de comunicación, los españoles y también los de mayor difusión en sus ediciones de papel en Catalunya. Compraron acríticamente un argumentario que ya les iba bien, porque era el del estado, abandonaron su función de informar y se colocaron en la trinchera que más calentaba, ya que le arreglaba a más de uno su cuenta de explotación. El tiempo tiende a difuminar las cosas y los políticos muchas veces son de memoria de pez, pero la hemeroteca ahí está para quien quiera dedicar tiempo a analizarlo. No cabe esperar un acto sincero de contricción, más bien que pasen de puntillas sobre un tema que les es enormemente incómodo.

No deja de ser llamativo que cada vez que hay un pronunciamiento internacional del tipo que sea en relación con lo que hicieron los tribunales a raíz del referéndum y de la declaración de independencia, sea siempre un revés que enseñe al mundo las vergüenzas de España. Lo increíble, lo inexplicable, es que no se abra un debate sobre como quedan los Llarenas de turno y la represión desatada a partir de la aplicación del 155. Cuando el Gobierno español habla de que la situación en Catalunya ya se ha normalizado y tiende a haber un asentimiento general, sería bueno que cruzaran sus desmesuradas palabras con pronunciamientos como el de Naciones Unidas. La única normalización es la de este tipo de resoluciones internacionales, no la de huecas mesas llamadas de diálogo y que se dedican a hablar del tiempo más que a dotar de contenido su creación: amnistía y referéndum acordado.

Una última reflexión: el pronunciamiento del Comité de Derechos Humanos de la ONU se ha producido a la víspera de la reunión de la Mesa del Parlament para replantearse la suspensión de la presidenta Laura Borràs que se llevó a cabo una vez se le abrió juicio oral en aplicación del artículo 25.4 del reglamento del Parlament. La resolución abre un debate sobre si debería tenerse en cuenta y no proceder a la suspensión hasta que haya sentencia firme por parte del TSJC, un momento del cual se está muy lejos, ya que no se ha iniciado el juicio. PSC, ERC y la CUP no han dado signos de querer modificar su posición inicial y los mensajes después de conocerse la posición de la ONU no cambian, ya que entienden que al ser una decisión de la Mesa no es lo mismo que si lo hubieran hecho los tribunales. Es una posición discutible y, en parte, imprudente ya que, por ejemplo, el TC en un futuro lo podría ver de otra manera.