Leí hace muchos años que el éxito del cineasta Santiago Segura y de la saga de películas alrededor de Torrente, ese personaje de policía venido a menos, calvo, gordo, casposo y malhablado, tenía mucho que ver con la fascinación española por lo cutre. Me pareció bastante acertada la reflexión, aunque mis conocimientos sobre el cine y sus personajes son más bien reducidos en comparación con los de amigos entrañables como Jordi Basté. Viendo este miércoles, en el hotel Novotel, la comparecencia de Leire Díez, la nueva vedette de la corrupción española, encargada de buscar material para enmerdar a guardias civiles, fiscales y jueces en una especie de joint venture que la afamada Leire había suscrito con el abogado Jacobo Teijeilo y el empresario Pérez Dolset, como muy bien explicaba Elisa Beni en un artículo en este diario, a Torrente solo le falta abrir despacho en la calle de Ferraz. ¡Qué espectáculo, por Dios! La fontanera jefe del PSOE explicando su baja voluntaria del partido, cuando la gran mayoría de los allí presentes sabe lo poco que tiene de voluntaria y lo mucho que tiene de cortafuegos de su cordón umbilical, el secretario de organización socialista, Santos Cerdán.

Pero eso era solo el principio del espectáculo. Tenían que intervenir en el circo Víctor de Aldama, el comisionista del caso Koldo, que se ha encarado con ella, y el empresario Javier Pérez Dolset, estrella masculina en múltiples entrevistas estos días para fijar su posición de independiente y experto en cloacas policiales. A partir de ahí, un documento impagable para las televisiones y los digitales con Aldama y Dolset, frente a frente, retándose. El empresario retirando a Leire del plató del Novotel y Aldama persiguiéndolos por el pasillo del hotel hasta que Díez y Pérez Dolset lograron refugiarse en una sala protegida por un cristal. Allí se ha quedado Aldama frente a los medios de comunicación, hasta que ha cogido el ascensor para abandonar el hotel mientras amenazaba con frases como "esta señora no sabe lo que ha hecho hoy con venir aquí, ya veréis lo que va a pasar”, "está mintiendo, es todo una pantomima y se está riendo de todo el mundo. […] Es una sinvergüenza”. Y la traca final: “Tendrá consecuencias para Pedro Sánchez y para todo su gobierno”.

A Torrente solo le falta abrir despacho en la calle de Ferraz. ¡Qué espectáculo, por Dios!

Todo un espectáculo de una enorme obscenidad política mientras los voceros socialistas, en las radios, achicaban agua como podían negando que Aldama hubiera aportado prueba alguna —en febrero entregó en el Tribunal Supremo documentos que revelan el pago del empresario del alquiler de distintos pisos en el centro de Madrid para uso de dirigentes socialistas, así como escritos atribuibles a Koldo García relacionados con la adjudicación de obra pública— y criticaban el periodismo de filtración. La mañana acabó con Leire Díez, en el papel del pícaro de El Lazarillo de Tormes, denunciando ante el Cuerpo Nacional de Policía a Víctor de Aldama y este anunciando que iba a hacer lo mismo con ella. En fin, un videoclip que supera un imbatible hasta la fecha como era aquella portada y reportaje en páginas interiores de la revista Interviú en que aparecía el exdirector general de la Guardia Civil Luis Roldán, en pleno proceso de degradación socialista por la corrupción, en el final de Felipe González, en calzoncillos, acompañado de varias mujeres semidesnudas, en top-less, y lanzando alegremente sus sostenes al aire. 

No sé muy bien cuál va a ser el final de esta mala telenovela venezolana por fascículos porque la política se ha vuelto todo menos seria y previsible. A cada vergonzoso asunto de corrupción le sucede otro de más escandaloso. A cada operación Catalunya —la de la policía patriótica— del PP le sucede el espionaje de Pegasus con el gobierno del PSOE. A la ley de amnistía aprobada por el Congreso de los Diputados, le sucede la rebelión de los jueces a hacer con el texto lo más parecido a pasárselo por el forro y no una vez, sino dos; solo hace falta esperar y ver lo que sucederá a finales de junio con la sentencia del Tribunal Constitucional. A la propuesta del gobierno español de pedir la oficialidad del catalán, el gallego y el vasco, sale el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, gallego por más señas, oponiéndose a ello. Algo que ni su paisano Manuel Fraga se hubiera atrevido a ello. ¿Qué va a suceder entonces? Pues parece que nada. Pedro Sánchez seguirá callado y escondido como estos últimos días y se confiará en que el verano a la vuelta de la esquina traiga un otoño diferente. Es mucho soñar, ciertamente, pero así es como avanza esta legislatura.