Con la aparición del sórdido caso del parlamentario socialista Juan Bernardo Fuentes, más conocido estos días por el apodo de Tito Berni, implicado en un caso de corrupción en el que se mezclan prostitutas, hoteles, orgías y cocaína con visitas de empresarios al Congreso de los Diputados, para dar una pátina de mayor credibilidad al embuste, ha cobrado vida nuevamente Luis Roldán, uno de los más famosos ladrones y caraduras de los últimos años del primer gobierno socialista de Felipe González. Tito Berni ya ha sido forzado a dimitir como parlamentario canario en las Cortes y de la trama corrupta sabemos que había un sobrino con cargo importante en el gobierno de Canarias, un general de la Guardia Civil, un empresario y, como siempre, un espabilado superior al resto, conocido como el Mediador y que responde al nombre de Marcos Antonio Navarro Tacoronte.

La publicación de algunas fotos de imágenes de fiestas con prostitutas y miembros de la trama corrupta en lujosos hoteles ha estallado al PSOE en uno de aquellos momentos que los partidos siempre desean que sean plácidos y tranquilos: a una docena de semanas de las elecciones municipales y autonómicas que se celebrarán el próximo 28 de mayo. La derecha ha olfateado sangre y se ha lanzado a la yugular de su adversario y los socialistas no consiguen sacarse este caso de encima. En parte, porque el caso Roldán sigue muy presente en la vida política española, pese al tiempo transcurrido, al haber sido el primer jefe no militar que dirigió la Guardia Civil y porque el aragonés fue capaz de robar desde un cargo público con un descaro desconocido y combinarlo con orgías que luego se divulgarían ampliamente.

Todo ello la semana que Vox ha formalizado la presentación de la moción de censura a Pedro Sánchez que encabezará el excomunista Ramón Tamames, completando un giro absoluto a su biografía política. El nonagenario economista, por un lado, la sombra de Roldán, las continuadas noticias sobre la Operación Catalunya que más allá del Ebre todo el mundo se resiste a investigar, o la ofensiva contra el catalán aprovechando cualquier excusa no hacen sino devolvernos a un Estado invertebrado en el que el olor a naftalina se junta con la corrupción y la persecución ideológica.

El último listo ha sido el presidente de Ferrovial, Rafael del Pino, tercera fortuna de España, que ha decidido llevarse su compañía a Países Bajos para reducir su factura fiscal. Quizás no sea el último empresario pata negra de cinco estrellas patrióticas que lo haga —es de una estirpe vinculada al poder desde hace décadas y también un apellido de renombre al ser también un Calvo-Sotelo, sobrino del expresidente del Gobierno—, ya que hace ya tiempo que Pedro Sánchez perdió el apoyo de las grandes fortunas y de algunos de los empresarios de renombre dispuestos ahora a jugar fuerte para que salga de la Moncloa. Los finales de ciclo tienen estas cosas: los aliados son escasos y los adversarios van a por todas.