Una de las cosas que uno aprende rápidamente cuando se acerca a analizar el mundo de la política es una máxima que acaba siendo inexorable: la política es cainita por naturaleza. Habrá quien piense que eso es una exageración y que, en general, lo que es cainita es la condición humana. Nada es o se parece a la política: un verdadero juego de tronos, donde la batalla es permanente y no hay descanso a la hora de tratar de hundir a tu adversario. Seguramente, de entre los actores del actual teatro de la política, nadie como Pedro Sánchez encarna esta condición de killer, de político despiadado, capaz de tejer acuerdos y alianzas con su principal adversario y de deshacerlos con la rapidez de la luz cuando más le interesa.

En este aspecto es muy interesante lo que está sucediendo entre Podemos y Yolanda Díaz con su plataforma electoral Sumar. Hace ya tiempo que Sánchez dejó de confiar en Podemos y puso en manos de Díaz —su vicepresidenta segunda en el gobierno y responsable de Trabajo y Economía Social— la esperanza de acabar definitivamente con el espacio de Pablo Iglesias, Irene Montero, Ione Belarra y demás. Una izquierda más amable y más obediente, capaz de moverse con una cierta soltura por los despachos empresariales, por los hoteles de cinco estrellas y los restaurantes de varios tenedores. Los portaviones mediáticos del Gobierno español han trabajado a fondo para que Díaz sea esa figura y no creo que tardemos mucho en verla en alguna revista rosa a nivel español.

Pero Sánchez no contaba, seguramente, con la resistencia de Iglesias, dispuesto hasta el momento a aguantar los envites de Sánchez para apartar a Podemos del terreno de juego y humillaciones como la de este jueves con la modificación de la ley del solo sí es sí elaborada por la ministra de Igualdad, Irene Montero, de Podemos, y enmendada ahora con una propuesta parlamentaria presentada por los socialistas y votada por el Partido Popular. No es extraño que Montero no pudiera aguantar las lágrimas por la reforma de su proyecto estrella, pero lo más fuerte, lo más insólito, es el nivel de humillación pública al que ha sometido Pedro Sánchez a su socio de gobierno. En política hay que tragar muchos sapos, se dice siempre, pero este es para Podemos de una dimensión difícilmente digerible sin que tenga consecuencias.

Es indudable que Podemos se lo hará pagar al PSOE y que no venderá así como así su espacio político a Yolanda Díaz para que esta se lo entregue en bandeja a Pedro Sánchez. La encuesta dada a conocer este jueves, más allá de que todo lo que toca el CIS de José Félix Tezanos al presidente tiene siempre una capa tóxica que debilita la confianza en el organismo oficial, revela la cara y la cruz de la Operación Yolanda Díaz: Sumar adelanta a Podemos, buena noticia para Sánchez; Podemos resiste en su torre el asalto incruento de la Moncloa, aunque sea a la baja, mala noticia para Sánchez; la división de los dos espacios perjudica electoralmente a la izquierda, muy mala noticia para el PSOE.

La alquimia electoral, a la que es tan aficionado Pedro Sánchez, no cuenta a veces con los factores humanos y empiezo a pensar que Podemos no va a dar fácilmente su brazo a torcer, ni va a dejar el terreno despejado a esa plataforma denominada Sumar. Y el ruido y las peleas no son siempre buenos aliados para conseguir una victoria electoral. Eso está en el abc de la política, aunque demasiadas veces se olvide.