En Catalunya, la política se mueve en círculo. Los temas surgen en la agenda pública, son manoseados por los políticos, la mayoría de las veces solo sirven para el debate mediático que conlleva, y, con el tiempo, acaban desapareciendo, perdiendo interés por parte de la opinión pública. El problema sigue existiendo, enquistado e impidiendo que los catalanes tengamos, al menos, una parte de lo que por justicia nos corresponde. Hay dos ejemplos clamorosos de todo ello.

El primero es el déficit fiscal, una situación crónica que conlleva el empobrecimiento de Catalunya y los catalanes. De todos, sin excepción, voten lo que voten. Los cálculos de la Generalitat acercan este déficit fiscal a los 20.000 millones anuales. Son cifras que se podrán discutir y establecer un sistema de cálculo diferente. El problema es irresoluble cuando el estado se niega a presentar las balanzas fiscales y el gobierno español las tiene ocultas y cerradas con un candado. Desde el año 2016 que Hacienda no ha enviado información a la Generalitat para que establezca los cálculos de estos últimos años. El año pasado, el conseller de Economia del momento, Jaume Giró, se atrevió con una estimación, con un cálculo referido al año 2019, y concluyó que el déficit fiscal de aquel año se situaba en 20.196 millones de euros, un importe equivalente al 8,5% del PIB catalán.

El segundo caso es el de Rodalies. Para ser más precisos, el traspaso de Rodalies para solucionar lo que es un viejo contencioso sobre la falta de inversiones y la percepción de que si la gestión dependiera de la Generalitat el funcionamiento sería similar al de Ferrocarils. En su anterior vida política, Quim Nadal, como conseller socialista de Política Territorial, con José Montilla de president, ya trabajó en este traspaso, pero el gobierno español se preservó las vías, los trenes y las estaciones, dejando a la Generalitat los horarios y las frecuencias. Y el dinero, claro está. Fue todo un juego de trileros, en que el más fuerte acabó aplastando al más débil.

Ahora, se vuelve a la carga y el president Aragonès llama a articular una alianza de país. Ya sabe que la tiene, como la han tenido antes que él otros presidentes. Pero Madrid no entiende de alianzas de país, sino de mayorías políticas en las Cortes, de ganar o perder votaciones en las Cortes y, sobre todo, de investiduras de presidentes de gobierno. Eso es lo único que les importa. Si se quiere Rodalies, allí es donde debe darse la partida, si se quiere ganar. Lo demás es únicamente un señuelo o un brindis al sol.