Una sentencia del Juzgado Contencioso Administrativo número 5 de Barcelona acaba de hacer resonar todas las alarmas y ha dejado al desnudo más absoluto el enorme daño de la exalcaldesa Ada Colau en los ocho años en los que ha estado al frente del destino de la capital catalana. La juez, en una dura sentencia, obliga a echar atrás el Eje Verde de Consell de Cent y obliga a restituir la situación anterior. Me atrevo a asegurar que nunca llegará a cumplirse, ya que las obras —que han costado cerca de 30 millones— ya están finalizadas y la arteria peatonal ya forma parte de la vida de la ciudad. Pero, dicho eso, a Colau se le advirtió por activa y por pasiva de que las obras que estaba realizando eran ilegales, que era necesario que se siguiera el procedimiento establecido para la modificación del Plan General Metropolitano y que no hiciera de su capa un sayo, como también ha hecho en Via Laietana, y sin un mínimo rigor a la legislación vigente.

Ya sé que a Colau y al resto de su equipo municipal no les gusta oírlo, pero van a tenerse que aguantar: en los dos mandatos que ha estado dirigiendo los destinos de la ciudad, ni se ha respetado la legalidad, ni se ha ayudado al tejido empresarial, al mundo asociativo, al comercio, al sector del turismo, en definitiva a cualquier agente creador de riqueza. Todo el mundo sabía que las obras de Consell de Cent, más allá de la opinión que cada uno pudiera tener, eran ilegales. El cargo de alcalde no da barra libre para poder hacer lo que se quiera y si así fuera alguien tendría ahora que resarcirlo con dinero de su bolsillo. Y no hizo caso alguno, con la prepotencia y soberbia innata de quien prefiere más no escuchar porque cree que la razón está de su parte. Sus declaraciones tras conocer la sentencia de que lo que hay es una especie de campaña a favor del negacionismo climático es, además de pobre e infantil, la respuesta de quien no ha entendido nada, pese a que estaba advertida. Por otro motivo, el exresponsable de urbanismo de la ciudad en la época olímpica, Josep Acebillo, ya se querelló contra la exalcaldesa por delito urbanístico y malversación.

A Colau no le persigue la justicia, como ella trata de hacer ver cada vez que un caso contra ella es aceptado por un juez o, como ahora, con una resolución judicial contraria a sus intereses, en una actitud tendente a convencer al personal de que está desprotegida frente a los poderosos intereses o lobbies que hay en la ciudad. No es así, ni ha sido así. Es más, si durante el tiempo que ha sido alcaldesa el silencio mediático privado y público no hubiera sido tan ensordecedor, ayudado, claro está, por jugosas campañas publicitarias, no se hubiera llegado a la situación actual. Es una lección que no se quiere escuchar, pero ahí está. Ahora ya es muy tarde y el actual alcalde, Jaume Collboni, ha dicho que recurrirá la sentencia y, seguramente, no puede hacer otra cosa pensando en el coste que tendría para la ciudad, aparte del problema logístico que supondría dejarlo como estaba todo antes de las obras.

Nadie sabe, en estos momentos, como evolucionará la política de pactos municipales en el consistorio barcelonés. Es de sobras conocida la minoría municipal que rige los destinos de la ciudad, con un único partido, el PSC, en el equipo de gobierno y tan solo diez de los 41 concejales que tiene el consistorio. Collboni, que fue elegido tras un pacto entre los socialistas, los comunes y el PP que desplazó al ganador de las elecciones, Xavier Trias, se mueve con pies de plomo antes de decidirse. Mientras, los comunes de Colau no dejan de tocar insistentemente a su puerta para incorporarse al equipo de gobierno. No parece que haya una solución inminente y todo apunta a que se va a demorar un tiempo cualquier alianza política que se pueda producir. La derrota de Colau en las elecciones municipales del pasado 28 de mayo puede encontrar una solución en los despachos, nunca se sabe. Pero si se quiere dar la vuelta a la etapa anterior y situar a Barcelona de nuevo en la pista de ciudades de referencia, cuesta de entender como se podrá hacer con los que han liderado su retroceso y su pérdida de imagen.