Aunque los críticos con Pedro Sánchez han decidido esperar a que se hayan celebrado las elecciones vascas y gallegas del próximo día 25, es ya bastante evidente que el PSOE se encuentra al borde de una fractura histórica. Nunca un amplio grupo de barones habían hecho un pulso público tan evidente para tumbar al secretario general. En estos momentos, todo apunta a que los socialistas han decidido pasar de la frágil cohabitación en la que se encontraban después de dos malos resultados electorales (20-D y 26-J) a la batalla en campo abierto con el objetivo prioritario de enmendar la posición de Sánchez en la investidura de Mariano Rajoy y también de cualquier otro candidato que presente el Partido Popular.
El hecho de que la batalla esté desatada y que al frente de la insurrección esté nada más y nada menos que la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, no presupone necesariamente la derrota de Sánchez. Al secretario general le quedan resortes de poder suficientes o, al menos, significativos al controlar una parte del aparato para plantar cara, sobre todo si la posición de los díscolos se sigue basando, como hasta la fecha, en facilitar la investidura de Rajoy, realizar un paripé de acuerdo como el de Ciudadanos y pasar a la oposición en el Parlamento. Aunque viejas estrellas del socialismo y barones importantes, además de Díaz, como Fernández Vara, han iniciado un camino de no retorno en la cruzada contra Sánchez está por ver cual sería la posición de cuadros importantes que no se han pronunciado y, en última instancia, de la militancia si el secretario general del PSOE decidiera jugárselo a todo o nada con los que quieren desplazarlo.
Además, hay un elemento siempre imprevisible en Susana Díaz, toda una experta en amagar con dar un paso al frente y retirarse poco después, acostumbrada como está a que las cosas que le afectan se hagan por aclamación y sin rivales. Sánchez conoce este talón de Aquiles de la lideresa andaluza y por ello no ha temblado en su actuación hasta la fecha. Aunque las elecciones vascas y gallegas no serán ni mucho menos definitivas en esta batalla, es evidente que los resultados acabarán teniendo su importancia. El mejor escenario para Sánchez es hoy el más difícil: que el PP no tenga mayoría absoluta en Galicia y se pueda confeccionar un gobierno del cambio, y que el PSE sea decisivo en un ejecutivo del candidato a la reelección en Euskadi, Íñigo Urkullu. Estos dos resultados le darían fortaleza para la batalla socialista en el comité federal que se celebrará tras los comicios autonómicos. Será entonces cuando Sánchez se jugará el ser o no ser.