Desde que se iniciaron en 2012 las movilizaciones en Catalunya en demanda primero de un estado propio y después de independencia uno de los mantras más repetidos ha sido como afectaría este supuesto a la inversión de las empresas extranjeras. Sobre este particular se ha hecho mucha literatura. Primero en la campaña electoral de noviembre de 2012 y más recientemente en las de septiembre de 2015. En ambos comicios, los partidos soberanistas obtuvieron una mayoría holgada en el Parlament, todo ello en medio de una campaña dura y bronca que tuvo uno de sus epicentros en la inversión extranjera y en el temor del mundo de los negocios a cualquier tipo de aventura política.

El problema que tienen este tipo de discursos catastrofistas es si el relato aguanta cuando se dan a conocer los datos a la opinión pública. Y este lunes ha sido uno de estos días para evaluarlo a partir de los datos ofrecidos por el secretario de Estado de Economía, Jaime García Legaz, para 2015. La inversión extranjera ha crecido en Catalunya casi el 58% mientras, por ejemplo, en la comunidad de Madrid descendía el 1,2%. El importante incremento catalán ha permitido aguantar el crecimiento español en un 11%. Cierto que el volumen inversor en Madrid es superior al de Catalunya pero, como sucede en todas las capitales europeas, el efecto sede en la capital de un Estado es claramente favorecedor de estas situaciones. Lo más perogrullo, no obstante, ha sido la explicación del secretario de Estado: "Es un ejemplo claro de la nula credibilidad que tiene en el extranjero el proceso independentista catalán". O sea, en las pasadas elecciones catalanas se vaticinaban todos los males si ganaban las fuerzas independentistas, como así sucedió. Las empresas extranjeras iban a huir por la Diagonal o por la Meridiana en busca de una ubicación mejor que Catalunya. Ahora ha aumentado la inversión y el discurso es justo el contrario.

¿No sería más fácil decir que las empresas ven en Catalunya una de las mejores regiones para invertir del sur de Europa?, como decía la semana pasada el Financial Times. Por ese motivo el diario de las élites financieras le otorgó un premio y no consta en ningún sitio que la decisión se llevara a cabo por motivos que no sean los económicos. ¿Tanto cuesta reconocer las cosas?