De entre las muchas majaderías que he leído en las últimas 48 horas sobre el ascenso de Vox, ninguna tiene la fuerza de la corriente de opinión publica y publicada que, con diferentes argumentos, sostiene que el crecimiento de la formación franquista es culpa del independentismo catalán y acaba concluyendo que les sorprende que no la haya asumido. Sospecho que el grado de estupidez no puede ser tan alto para escribirlo tan alegremente y que todo obedece, como vemos tan a menudo, a intereses político-empresariales. Porque si bien es cierto que Vox ha pasado a ser un problema para todos, no todos tienen responsabilidad en que ello haya sucedido.

Digámoslo claro: Partido Popular, Ciudadanos y PSOE han amamantado a la bestia hasta que se les ha descontrolado y les ha hecho lo que coloquialmente diríamos un roto. ¿Acaso no han ido de la mano con Vox a las manifestaciones que el unionismo ha celebrado en Barcelona? ¿Acaso no han participado los cuatro, festivamente, en actos conjuntos?  ¿Acaso no han participado dirigentes del PSC, incluso Miquel Iceta, en convocatorias unitarias del unionismo en que uno de los lemas más coreados ha sido Puigdemont a la prisión? ¿Y ahora qué pretenden: salir limpios de polvo y paja de las irresponsabilidades que han cometido? Gritaron A por ellos y también fueron a por ellos.

Vox les sirvió para la causa del juzgado 13 de Barcelona instruida por las manifestaciones frente a la conselleria de Economia de septiembre del 17, tras la entrada de la Guardia Civil en el departamento y las detenciones de los altos cargos que se produjeron. Vox les sirvió como acusación particular por el referéndum del 1 de octubre. Vox les sirvió como palanca para un discurso tan bestia que ellos solo hacían en privado. Olvidando que en esta España irreformable, quien enarbola la bandera, quien se alinea con la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía, quien defiende a la alta judicatura y quien despliega la mayor dureza contra Catalunya tiene mucho de ganado.

Hubo un tiempo, entre los años 2012 y 2015, que se debió hacer mucha política y olvidarse de los tribunales como la única solución posible. Entre 2015 y 2017 hubo otro momento en que el camino era mucho más estrecho pero el Estado optó por la confrontación total y desarbolar al adversario. Rajoy, Rivera y Sánchez estaban muy de acuerdo en ello cuando SSS les preparaba el que debía ser el golpe definitivo al independentismo. Hoy España tiene tantas crisis y de tanta gravedad encima de la mesa que no caben en los dedos de una mano: crisis de las instituciones, crisis de la monarquía, crisis de la justicia, crisis territorial, crisis económica, crisis de partidos... 

Antes de poner el ventilador en marcha del estropicio que han provocado, y del que solo ahora se dan cuenta, quizás deberían haber puesto el bozal a todos aquellos que han defendido la represión, la pérdida de derechos civiles de los presos políticos, la supresión de la autonomía catalana o la vulneración permanente de la verdad en una causa judicial contra el independentismo. Porque a Vox no se le combate sentándolo en la mesa a café, copa y puro un día sí y el otro también.