Un president Torra excepcionalmente expeditivo ha abierto, seguramente sin querer, quién sabe si además como en otras ocasiones muy mal aconsejado, una crisis en la Conselleria d'Interior de pronóstico incierto después del rapapolvo a los Mossos y la exigencia al titular del Departament, Miquel Buch, para que ponga soluciones encima de la mesa. El requerimiento del president de la Generalitat a su conseller vence el martes y se produce tras las violentas imágenes de los Mossos actuando en Girona y Terrassa que se han podido ver el día de la Constitución. Torra ha tenido un gesto de autoridad que obviamente no debería caer en el vacío. Quien piense que esto se puede solventar sin dimisiones o es muy novato en estas lides o, por el contrario, conoce poco la dinámica política: un president puede intervenir o no en un conflicto, pero si lo hace y queda desautorizado por los hechos el resultado siempre es mucho peor que haber permanecido en silencio.

Lo cierto es que el fuego cruzado entre el equipo del president que lo acompaña en el viaje a Eslovenia y la Conselleria d'Interior ha sido imposible de apagar en toda la jornada. Desde el Departament respondían airados al envite de Torra y, además, tenían sus propios problemas con la policía autonómica y los sindicatos, que sentían ya que se cuestionaba su actuación del jueves. Algunas de las imágenes de la intervención policial son realmente inaceptables y desproporcionadas en una policía democrática por su extrema e injustificada violencia. Sin querer entrar en el dispositivo que se organizó, la violencia viene siendo de unos meses a esta parte demasiado habitual y no debe dejar de ser preocupante. Como no deja de ser chocante, aunque explicable políticamente, que el PSC, Cs y el PP hayan salido en defensa de los Mossos y hayan centrado sus críticas en Buch. Al conseller también le han llegado críticas y peticiones de dimisión de la CUP.

Desde diferentes sectores del independentismo tiende a asegurarse que la implantación del 155 por parte del Gobierno durante varios meses ha dejado una evidente secuela en la policía autonómica y que la ausencia del mayor Trapero en la toma de decisiones ha dejado al cuerpo en un limbo donde los cargos políticos y los policiales practican, como mucho, la conllevancia. Que, en el fondo, no deja de ser algo muy diferente a la complicidad. Y se mira, con especial crítica, a los agentes de la Brigada Móvil, conocidos como los Brimo, y a los agentes de ARRO (Áreas Regionales de Recursos Operativos), ambos cuerpos con material y funciones de antidisturbios.

El cronómetro que ha puesto en marcha Torra tiene unos días por delante. Lo lógico sería que en esta refriega el conseller acabara entregando alguna pieza de su equipo si quiere darle una salida digna al president de la Generalitat.