Las multitudinarias manifestaciones celebradas durante toda la jornada en todas las capitales y en muchos municipios de Catalunya, que tuvieron su máxima expresión en la masiva asistencia a la concentración de la tarde en Barcelona y que la Guàrdia Urbana cifró en 180.000 personas, así como las acciones de protesta que tuvieron lugar en el aniversario de un día tan emblemático como el 1 de octubre permiten extraer varias conclusiones. También, de volver al realismo político, lo que sucede cuando una parte muy significativa del independentismo se siente entre frustrada e inquieta por la falta de concreción en la que se encuentra la política catalana y muy concretamente la de quienes tienen la obligación de llevar adelante el país después de los resultados del 21 de diciembre. El aniversario del referéndum ha tenido poco que ver con las manifestaciones del 11 de septiembre. Mucho más lúdica la Diada y más exigente con los políticos independentistas este 1-O.

La primera conclusión de la intensa jornada tiene que ver con el toque de atención al Govern como representante de la legitimidad ganada ahora hace un año en el referéndum de autodeterminación. Se equivocará quien quiera ver en ello una enmienda a la totalidad de lo que se está haciendo, muy concentrado en la acción de gobierno, la reivindicación de la libertad de los presos y los exiliados, la denuncia de un juicio injusto, político, y con un resultado amañado, y la denuncia internacional de un Estado español con un profundo déficit de valores democráticos y muy autoritario. Pero también se equivocarán quienes pretendan reducir a unos pocos miles y muy radicalizados las críticas que se pudieron escuchar de una manera clara en la manifestación que concluyó en el Parc de la Ciutadella, a las puertas del Parlament. El grueso del independentismo está inquieto, es terriblemente disciplinado, pero no está dispuesto a seguir en una actitud pasiva la evolución de los acontecimientos.

La segunda conclusión de la jornada es la enorme fuerza de la ciudadanía empujando a sus representantes electos. La presidenta del Parlament, Carme Forcadell, hoy injustamente encarcelada en la prisión de Mas d'Enric, en El Catllar, en las Terres de l'Ebre, hizo escuela en el 2014 cuando pronunció el célebre "President, posi les urnes!", dirigido a Artur Mas. Hoy los políticos son más dependientes de la calle y no existen cheques en blanco. La manifestación de este lunes ha sido la primera que ha girado hacia el Govern, exigiéndole el 1-O y poniéndole deberes.

La tercera conclusión tiene que ver con el retorno a la vía pública de los gritos de "independència" y "els carrers seran sempre nostres". Claro que se pidió la libertad de los presos políticos, pero el mensaje fue mucho más coral y mucho más político, si se puede decir así.

Es pronto para saber si hay un punto de inflexión en la política catalana de los últimos tiempos, que se ha querido explicar como una serie de movimientos a varias bandas para desescalar el conflicto. El debate de política general en el Parlament que se inicia este martes y el intenso mes de octubre que hay por delante aportará pistas sobre el impacto que ha tenido la jornada de hoy en los partidos independentistas y en el Govern.