Entre las muchas desgracias que aquejan actualmente a las instituciones europeas es que al frente de ellas ha habido en los últimos años dos personajes como Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, y Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. El nivel de escándalos, situaciones comprometidas, errores políticos y meteduras de pata que han llegado a cometer durante estos años han contribuido a rebajar la casi nunca polémica actuación de dos personajes públicos, procedentes del espacio ideológico de la derecha, que se han convertido en verdaderos francotiradores de múltiples conflictos. Ya en su despedida, Tajani, el romano que no hace muchas semanas elogió las infraestructuras que promovió Mussolini, ha protagonizado un hecho insólito. Primero impidiendo a los eurodiputados electos Carles Puigdemont y Toni Comín entrar en el edificio de la Eurocámara como sí que estaban haciendo otros parlamentarios electos. Es más, estaban recogiendo sus acreditaciones. Seguramente, ante la evidencia de la ilegalidad que había llevado a cabo, no se le ocurrió otra cosa este jueves que revocar todas las acreditaciones españolas que ya se habían recogido y cuyos titulares las habían publicitado a través de las redes sociales.

Que Tajani no es un político ni institucional ni neutral es algo archisabido en los ambientes de las Cámaras de Bruselas y Estrasburgo. No es que lo digan los periodistas catalanes, sino que medios internacionales se han puesto las manos en la cabeza en las últimas horas por su actuación y veremos qué acaban diciendo los tribunales de Luxemburgo. Esto a Tajani le debe dar igual porque ya estará fuera del cargo cuando se resuelva todo. De hecho, le quedan unas pocas semanas. Mientras tanto, queda la arbitrariedad y veremos si también una aparente ilegalidad. "El mejor comisario español", dijeron de Tajani cuando estaba en la Comisión Europea y medió en conflictos que le valieron una calle en Gijón a un hombre clave en los años de Berlusconi. Antiguo militar de aviación, tiene -o, al menos tenía, cuando era comisario- una bandera de la infantería española en su despacho. Tan próximo a España llega a estar que, por ejemplo, en 2010, cuando intervino en la ONU como eurocomisario, al no poder utilizar el italiano porque no era una de las lenguas oficiales utilizó el español en lugar del francés o el inglés, que sí que lo son como el ruso, el árabe y el chino.

Esa proximidad a España le ha sido compensada con múltiples premios, el más importante el Príncipe de Asturias. Tajani no hace, por tanto, nada en lo que no crea. Lo que olvida es que las cosas han de ser legales y no un espectáculo. Y que el atropello de los derechos de los diputados acaba teniendo sus consecuencias como ya se ha visto en el pasado con las derrotas judiciales de España en todo el caso de las euroórdenes. Bruselas no es Madrid.