En un documentado informe de 160 páginas, el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, desmonta una a una las acusaciones y la demagogia contra las escuelas catalanas: "Puedo decir categóricamente que no hay adoctrinamiento". Es muy probable que PP y Ciudadanos no se den por enterados, que tampoco se den por enterados los diarios de papel que se editan en Madrid y las televisiones españolas, y que el mantra se siga propagando desde el desconocimiento y la ignorancia. Pero nadie ha realizado nunca un informe tan completo como el de Rafael Ribó, ni ha atendido tantas incidencias como el Síndic de Greuges a raíz del 1 de Octubre y en las fechas posteriores.

Así, de las 174 que le llegaron, tan solo en diez se ha detectado alguna pequeña irregularidad. Todo ello en medio de unas cifras que son muy elocuentes: en Catalunya hay 4.800 centros educativos, 115.000 profesores y 1,3 millones de alumnos. Pues de todo ello, el resultado es una docena de irregularidades. La segunda acusación que desmonta el informe es la del adoctrinamiento a través de los libros de quinto y sexto de primaria. Tampoco en este caso hay razón alguna de preocupación y, todo lo más, alguna "imprecisión puntual".

El informe del Síndic sería innecesario en condiciones normales ya que la comunidad educativa, maestros y asociaciones de padres y madres, saben de sobras que no ha habido adoctrinamiento alguno en las escuelas catalanes ni ahora, ni en el pasado. No hay colectivos profesionales que así lo denuncien, ni organizaciones de padres y madres que lo sostengan. Otra cosa es que se haya querido jugar con la educación, como con la lengua, como primera bandera para sembrar la división y la controversia en la escuela catalana. Por eso es muy necesario y muy bienvenido el informe de Rafael Ribó. Los políticos que se aprovechan impunemente de estas mentiras no darán marcha atrás. Pero, en cambio, padres, escolares y maestros tendrán un estudio riguroso que permitirá a los docentes seguir trabajando con la misma profesionalidad y libertad que hasta la fecha.

Y saber que la labor que llevan a cabo no solo tiene el reconocimiento social que se merecen sino el estándar de calidad exigible en una sociedad que da a la educación una prioridad máxima ya que en manos de los docentes hay algo tan valioso como es la formación de la próxima generación de catalanes. De ciudadanos libres y que necesitan la mejor formación posible.